Rosana G. Alonso
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Jerzy Skolimowski en ‘Eo’ propone un mundo, retomando la película ‘Al azar, Baltasar’ de Bresson, en el que, si lo humano ha perdido su vocación, solo lo animal puede aprendernos a mirar con compasión

Eo | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película Eo | StyleFeelFree. SFF magazine

La libertad para Eo, el burro protagonista de la última película de Jerzy Skolimowski, es una quimera. Aun así, inicia un viaje en el que nos descubre el absurdo de un mundo despiadadamente salvaje. Un trayecto errático que nos sirve para preguntarnos por el significado del término humanidad en confrontación al de animalidad. A lo humano siempre se le ha atribuido demasiadas bondades. Y, sin embargo, ser un animal equivale a ser alguien despiadado y bestial. Paradójico si observamos el mundo animal y el humano. En Eo solo vemos las nociones de humanidad en los ojos de un burro que observa lleno de melancolía, sin entender qué pasa a su alrededor. En contraposición, la masculinidad tóxica que toma derivas como el nacionalismo, la violencia y el sexismo.

Versión adaptada al presente de Al azar, Baltasar, de Robert Bresson, las luces rojas y verdes estroboscópicas que acompañan una partitura evocadora dibujan un escenario delirante. Más atmosférica y de mayor pretensión estilística que su predecesora sus planos funcionan como lugar de encuentro y de identificación con lo vivo. Inmersiva y emocional solo su afán de precisión, su estudio del detalle y el gesto puede resultar excesivamente mediado en su intención de subjetivar por medio de lentes de ojo de pez que sobredimensionan el ángulo. Y no por ello deja de ser deslumbrante por su ímpetu de síntesis, de anotación, de epílogo que sustrae a la vida una esencia que barre las huellas de lo terrenal hacia la piedad. El ultimo Skolimowski tiene algo del último Godard. El diálogo es innecesario. Solo la imagen sagrada que nos convoca y nos renueva trasmutando el símbolo, despojándolo, precisamente, de su simbolismo.

Como ya hiciera en Essential Killing, que en España se estrenó en el marco del Festival de Cine Polaco en el 2011, el cineasta de Rysopis vuelve a cerrar el ángulo en torno a un personaje principal a través del que contemplar la naturaleza primitiva. En este caso, se trata de un burro que protagoniza una road movie experiencial y enfática que sirve de vehículo para canalizar la soledad, el vacío y el hastío. De sentirnos vivos en un mundo al borde de la enajenación. Cuando lo humano ha dejado de ser, solo lo animal reconduce la mirada que capta la necesaria animalidad para sentir. Skolimowski tiene la sensibilidad y la trayectoria que marca el tiempo para comprender el verdadero foco de cualquier cuestión.
 

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