Marta Pascual
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El duelo de una separación resulta doloroso a través de la visión del director Daniele Luchetti en ‘Lazos‘, película cuya narrativa destila dulzura y verdad

Lazos | StyleFeelFree
Imagen de la película Lazos | StyleFeelFree

Una fiesta y una ruptura, dos sucesos tan contrapuestos como compatibles introducen Lazos, el reciente drama del director Daniele Luchetti. Son sus dos protagonistas, Aldo y Vanda, quienes se ven forzados a separarse tras la infidelidad de él. Aunque, en contraste, en una línea temporal que transcurre 30 años después, la pareja parece seguir junta. A partir de un relato condensado en dos momentos de la vida de sus personajes principales, Daniele Luchetti muestra, sin remilgos, la cara oscura del matrimonio. Tal labor se entona con agresividad, pese a que evita la violencia explícita. Se debe a que el dolor se dilata con lentitud, recreándose en su propia agudeza, pero sin renunciar a su carácter realista. Esa es su clave, representar con honestidad, lo que implica abarcar los sentimientos negativos y los positivos. La soledad y la libertad del desencadenado.

Eros y Thanos se manifiestan, a través de Aldo y Vanda, para intentar alcanzar un equilibrio que se presenta indomable y atractivo. No obstante, a pesar de venir a ser dos piezas de un mismo puzle, la rabia enmudece la necesidad de unión. Por este motivo, la paz queda desplazada a un recuerdo lejano, sobre todo para Vanda, cuya furia no logra retener a Aldo. Esta cobra vida gracias a la sincera interpretación de Alba Rohrwacher. La artista combina la contención con el estallido de forma sublime, para expresar la desesperación de un corazón roto. Refleja la rabia que los ciega y les convierte en la peor versión de ellos mismos, transformándolos, por accidente, en antagonistas de sus hijos. En consecuencia, el odio viaja a lo largo de los años, cronificándose como una enfermedad de origen difuso, y dejando a las víctimas sin capacidad de sanarse. Por consiguiente, nadie crece del todo, una anomalía evolutiva que ya habíamos visto en Boyhood.

El director y guionista italiano Daniele Luchetti destaca por formular estructuras narrativas convencionales sin caer en reiteraciones. Es el resultado de un vasto conocimiento de la multiplicidad de posibilidades que ofrece el lenguaje cinematográfico. Este le permite combinar con elegancia y mesura los diferentes elementos, para estallar en una sinergia de emociones. Ejemplo de ello es su inteligencia al plantear el filme sin linealidad, con el fin de apoyar su ritmo meditativo. No es su cadencia la que estimula su organicidad, sino que es la propia naturaleza del argumento la que subraya el conflicto. Por otro lado, su armonía también nace de los diálogos. Los actores entonan melodiosamente sus líneas, de tal manera, que parecen poesía. A la vez, el oído del cineasta conoce los silencios, los cuales, dispersos a lo largo de la trama, resaltan los instantes más álgidos. Así, su eco prosigue cuando el largometraje finaliza.
 

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