Pedro Navarro
Últimas entradas de Pedro Navarro (ver todo)

Desde la fantasía y el surrealismo el japonés Hiromichi Nakao reflexiona en ‘Ghosts’ (Obake) sobre su propio proceso de creación cinematográfica

Ghosts (Obake) | StyleFeelFree
Imagen de la película Ghosts (Obake) | StyleFeelFree

Normalmente el cine es un deporte de equipo. Sin embargo, el realizador nipón Hiromichi Nakao prefiere trabajar solo. Teme que si tiene compañeros terminará por pelearse con ellos. Eso dicen los espíritus que narran su ópera prima, Ghosts (Obake), con los que, efectivamente, termina a hostias. Los seres encargados de dar título a la cinta, los obakes, son criaturas sobrenaturales procedentes del folclore japonés. Si bien no son exactamente fantasmas, como apunta el término en inglés, es frecuente emplear esta traducción para hablar de ellos. Espectro, espíritu o demonio, son también de uso común. Nakao coloca a dos de estos seres como hilo conductor de su primer largometraje.

En la cinta, estos peculiares narradores hablan de un director japonés que uno de ellos ha descubierto hace poco. El realizador es el propio Hiromichi Nakao, que aparece en la película filmando una nueva obra. Irónicamente, tras acudir a una proyección de su último cortometraje, The Balloon, los obakes se quejan del poco recorrido que han tenido sus filmes en festivales. La ironía está en que la cinta acaba de llevarse el premio a la Mejor Película de la Competición Oficial de Filmadrid.

Centrándose en su propio cine y en el oficio del director, Ghosts (Obake) se sitúa en un punto extraño entre el autorretrato y el relato fantástico y surrealista. En él, la animación y el stop motion conviven con imágenes cotidianas que revelan el proceso creativo del cineasta. El japonés crea y construye artilugios que sirven de atrezzo en sus cintas. Una filosofía DIY que nos transporta a los orígenes del cine, con la artesanía de Méliès y su Viaje a la Luna. Sin embargo, más allá del metacine y la contemplación, lo que realmente define a Ghosts (Obake) es su tono. El realizador tiene un sentido del humor muy particular que se traduce en una película de lo más juguetona. Los diálogos entre los narradores van picados y certeros. Entretienen y amenizan, revelando a un artista con una singular visión del mundo y de la creación cinematográfica.