Adrián Lavandera

‘Mamá María’, de Jean Paul Salomé, es una película tan ambigua como controvertida, con unos personajes demasiado caricaturescos

Mamá María | StyleFeelFree
Imagen de la película Mamá María | StyleFeelFree

Jean Paul Salomé lanza su séptima película titulada La Daronne, traducida a Mamá María en nuestro país. Con una exposición de título bastante ingeniosa si pensamos en las raíces árabes de nuestro personaje, el director y guionista nos entrega esta vez una adaptación de tintes varios, muy difícil de calificar en su género. Si cuando empieza la película visionamos a unos policías de redada junto a unos traficantes insultando a nuestra protagonista ¿estamos viendo cine policiaco? Si cuando en el interrogatorio alguien suelta un chiste o dos ¿hemos pasado a la comedia de repente? Dejando a un lado cualquier exquisitez de guion, si de algo se debe hablar en la película quizás sea de esto. Porque quizás tenga que ver con el propio personaje y su entorno, construidos así, de manera consciente.

Patience (Isabelle Huppert) es una traductora especializada en escuchas telefónicas para la brigada de estupefacientes de París. Con su madre en un geriátrico y sus hijas mayores ocupadas, lo único que le queda a Patience, en su tiempo libre, es recordar sus felices años de infancia en Omán. Un día ve la oportunidad de ganar dinero extra y sentirse realizada haciendo algo diferente. Entonces comienza a vender tonelada y media de hachís con la ayuda de unos camellos de poca monta. ¿Qué tiene la sinopsis que nos obliga a leer con seriedad y al mismo tiempo emplear un tono irónico? Tiene lo mismo que la película. Entre escena y escena, los saltos de la comedia al drama son muy significativos. Al igual que los disfraces con velos empleados por la protagonista. Y las pantomimas que aparenta delante de su ligue o sus vecinos para mantener la normalidad.

El personaje de Patience es un personaje que finge todo el tiempo. Y me atrevo a destacar que esa sea la razón principal del estado de hibridación de la película. Las escenas más serias son aquellas que ocurren cuando se encuentra entre franceses, y las de comedia, cuando habla árabe o con extranjeros. No olvidemos que lo que más añora La Daronne es volver a sus raíces, de ahí uno de los motivos, muy controvertidos, por los que comienza a vender hachís. Desde un punto de vista personal, en este aspecto, la película puede ser capaz de herir sensibilidades a nivel cultural.

Ya sea con la comunidad china y sus continuas actividades ilegales, o con la comunidad árabe y sus eternos trapicheos callejeros, la cámara no muestra a los inmigrantes con otro ojo que no sea el de la delincuencia. Y eso da que pensar. Me atrevo a decir que su extraña hibridación de género esté construida a propósito para mostrar dos planos culturales. Pero me atrevo a destacar también, que sus continuos clichés y personajes inmigrantes causarán revuelo entre los espectadores más sensibles.
 

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