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El artista mexicano Sergio Hernández expone en el MAMBO ‘De plomo y fuego’, un recorrido certero por su más reciente producción que muestra su implicación con el tiempo enraizado en tradiciones ancestrales que encuentran analogías con otras formas de expresión
En la seductora riqueza cromática y formal del artista Sergio Hernández (Oaxaca, México. 1957) que hasta el 19 de agosto está exhibiendo más de 25 obras en el MAMBO [Museo de Arte Moderno de Bogotá], hay un diálogo con el tiempo que busca explicar el presente volviendo la mirada al pasado ya que en el mexicano se establece un notorio interés por absorber culturas e imágenes próximas a su entorno social y cultural. Aunque relacionado inevitablemente con Rufino Tamayo y Francisco Toledo por compartir proximidad espacial, en cambio en su interés por explorar lo telúrico como conducto para observar de cerca las culturas indígenas ancestrales que se convierte en certeza materializado en obras que se vuelven mágico-lúdicas, se evidencian paralelismos con otros artistas que también vigilan su entorno nutriéndose de todo cuanto les rodea, enlazando lo matérico con lo espiritual, explorando técnicas y coloraciones.
Aunque geográficamente muy lejanos, en los artistas indios Pradeep Puthoor y Raj Kumar Mazinder se adivina un flujo común que enlaza con la obra de Sergio Hernández. Esto se divisa atendiendo en un primer impacto al uso del color que excede el rojo ígneo como reconocimiento vital. Además, en los motivos que exigen una técnica que concurre en cierta conformidad con la pintura rupestre por medio de motivos que se yuxtaponen satisfaciendo una brutalidad en lo figurativo y en composiciones abstractas que ensamblan el peso de la vida con el de la muerte. Los latidos del corazón, la sangre corriendo por las arterias, contrarrestan con el silencio abrupto de una toma de conciencia meditada pero no explicada, porque aparentemente tampoco se pretende reivindicar nada salvo lo que se evidencia. El México natal de Hernández se emparenta así con la obra de creadores de una India también rica en culturas que sigue mirando al pasado para entender el presente, conformando obras minuciosas, espléndidas en la técnica y complejas en significados. Maximalismo de alcance que atiende rigurosamente a un detallismo conjuntivo que en My Soul is burning de Kumar Mazinder, como en algunas obras sin título de Sergio Hernández que teñidas en rojo, muestran motivos danzantes entre sombras. Elementos que se repiten tratando de dominar un espacio vigilado en el que cohabitan dos mundos dispares que abarcan vacíos hiperpoblados de luces y sombras que juegan en un espacio de libertad infinito e inabarcable resolviendo estados anímicos y abstractos donde lo tenebroso o macabro tiende la mano a lo vital. En cambio, en Puthoor lo metafísico deviene en físico. El cuerpo humano, como lugar de estudio es inabarcable. Pero vistas sus obras sin atender a significados, las repeticiones, las manchas, como enlazan unos iconos con otros y en el uso del color, se aprecia una representación ritual que se agita sobre el lienzo como en Mazinder y Hernández. Tal pareciera que los tres, aunque no comulguen en postulados previos, estuviesen de acuerdo en que la vida no puede entenderse sin ser vista desde las entrañas que implica también adherirse a lo ancestral o lo primigenio que da lugar a la vida en sí.
Título: De plomo y fuego
Artista: Sergio Hernández
Comisariado: Giorgio Antei
Lugar: MAMBO (Museo de Arte Moderno de Bogotá, Colombia)
Fechas: 30 de junio de 2016 – 19 de agosto de 2016