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El artista italiano Federico Solmi, cuya obra forma parte de la exposición colectiva ‘Punk. Sus rastros en el arte contemporáneo’, explica su trabajo y reflexiona sobre el papel del artista en el mundo actual
El artista italiano residente en Nueva York, Federico Solmi, en su búsqueda de conectar con el público ha descubierto en el vídeo y el 3D su vehículo más potente de comunicación. Actualmente está trabajando en una nueva serie titulada La Hermandad que sigue fiel al característico estilo que descubrimos en Rocco Never Dies (2005) y sus sucesivos trabajos (King Kong and the End of the World, The Evil Empire, Double Bag City), que no han tenido reparos en hipercontextualizar a algunos de los personajes y envoltorios contemporáneos más reconocibles de la sociedad actual. Estrellas del porno como Rocco Siffredi, corredores de bolsa, nombres mediáticos de las finanzas como Bernard Madoff o el mismísimo papa. Todo el mundo es susceptible de entrar en su juego y provocar estímulos en el espectador que parten de la realidad pero están aderezados con la fantasía más corrosiva. Ahora también podemos acercarnos a este hábitat creativo suyo a través del CA2M de Madrid que muestra su trabajo más reciente Chinese Democracy And The Last Day on Earth en la exposición colectiva Punk. Sus rastros en el arte contemporáneo.
De lo utópico a lo distópico entendido como visión descreída de un mundo circundante al que estamos más vinculados que nunca por medio de redes invisibles. La generación del artista Federico Solmi (Bolonia, Italia 1973 – actualmente, Nueva York) tuvo que adaptarse rápidamente a una era que dio el salto a lo tecnológico. De ahí que sea una generación con una mirada más crítica de esa nueva realidad conectada que percibe desde la sobreestimulación, pero siendo consciente al mismo tiempo de esa maraña de hiperrealidad a la que ha tenido que amoldarse y de la que ha extraído importantes conclusiones. Como las investigaciones artísticas que le han valido a Solmi el reconocimiento en 2009, por parte de la Fundación Guggenheim de Nueva York, a su trabajo en la categoría de Vídeo y Audio.
Desde entonces su carrera ha tomado impulso y han sido muchas instituciones y centros de arte de todo el mundo los que se han interesado por su trabajo. El Pompidou de París, el Drawing Center de Nueva York, el OCT de Shanghai, el ACMI de Melbourne o el MNCARS de Madrid, entre otros. Su obra ha ido un paso más allá de esa visión utópica del futurismo italiano si bien conserva de esta un gusto por un dinamismo casi neurótico y explosivo en color que encuentra su punto de inspiración en la ciudad de Nueva York a donde llegó en 1999. La utopía aunque sigue siendo perceptible en el trabajo de Federico Solmi se vuelve distopía desde su percepción sátira que proviene de ese visible mundo circundante, atomizado y envenenado, que actúa al mismo tiempo como antídoto de su propio veneno en la mirada del espectador. Porque la mirada plural que llega desde una colectividad no encasillada en el arte de élites es aquí crucial. Federico Solmi se presenta, desde esta perspectiva, ya no tanto como el artista-héroe sino como el mediador o el narrador de historias que relatan capítulos del mundo que vivimos desde un enfoque ampuloso que hace las veces de lupa todopoderosa desde la que nos encontramos con una sociedad identificable en la que nos reconocemos como parte de esas partículas ínfimas enfrentadas a poderes hegemónicos que sólo el arte tiene capacidad de enfrentar.
Una muestra de esta forma suya de encarar el arte podemos apreciarla en su trilogía en formato vídeo Chinese Democracy And The Last Day on Earth (Democracia China y el último día en la Tierra) que forma parte de la exposición colectiva Punk. Sus rastros en el arte contemporáneo que el CA2M de Madrid está presentando hasta Octubre y que posteriormente viajara al ARTIUM de Vitoria-Gasteiz donde podrá verse hasta enero del próximo año. Aquí, como en el resto de su trabajo, podemos distinguir su peculiar estilo que encara los males de la sociedad, amplificados en la ciudad de Nueva York, a través de una forma de hacer contundente en lo discursivo que es atenuada o aceptada por una estética impactante que se percibe al mismo tiempo con una candidez entendida como franca, genuina y directa. Razón por la cual su aguda crítica disuelta en una fantasía estimulante engancha al receptor sin obligarle a tomar partido de inmediato, sino que apela al disfrute y lo lúdico como forma de suavizar un contenido incendiario e irreverente que nos transporta a un mundo hipnótico y paranoico pero en el que hay esperanza. Su deseo de justicia se percibe precisamente en esa mirada necesaria que activa el público sin ser consciente.
¿Cuánto tiempo llevas en Nueva York? Han pasado muchas cosas desde entonces en tu vida, ¿no? mirando hacia atrás y con la perspectiva del presente ¿Cuál es el balance que haces?
Federico Solmi: Llegué a Nueva York en 1999. Fue una decisión valiente porque no conocía a nadie en la ciudad pero era joven y estaba lleno de esperanzas así como convencido en trabajar y vivir en una de las más emocionantes y competitivas escenas del arte del mundo. Aún creo que fue la decisión más inteligente que pude hacer ya que en Nueva York encontré todo lo que necesitaba para desarrollar mi investigación artística. América se reveló ante mí como una sociedad enferma y disfuncional. Así me encontré rodeado por una siniestra y peligrosa combinación entre arte y finanzas con el mundo del espectáculo, la especulación urbanística y los medios de comunicación y cultura. Algo que me encantó y me hice adicto. Vivir en la ciudad de Nueva York se corresponde con la experiencia de estar al mismo tiempo en el paraíso y el infierno. No puedes parar por un momento en NYC, de lo contrario, la ciudad te engulle, te come vivo.
¿Qué formación tienes? ¿Consideras necesaria una educación artística para ser artista?
Federico Solmi: Soy completamente autodidacta. No fui a la universidad ni a sofisticadas escuelas de arte o programas de máster en Bellas Artes. No es que esté orgulloso de ello, la escuela simplemente, no era para mí. Además no tenía dinero. No creo que sea necesario tener un título que acredite a alguien como artista. Un título no prueba la valía de una persona. La valía llega por medio de la expresión de una auténtica devoción al arte y la determinación para perseguir ávidamente esa pasión. Mi carrera es la confirmación de que se pueden hacer grandes cosas sin ir a una escuela de arte, aunque cualquier camino elegido en el campo del arte será inevitablemente difícil. No tengo nada en contra del sistema educativo, soy muy activo en conferencias en muchas universidades de prestigio americanas y me encanta conocer y hablar con los estudiantes por lo que si tuviera que dar un consejo a los jóvenes artistas, les diría que siguieran lo que les dicten sus entrañas, que siguiesen sus pasiones e instintos. Si su instinto les dice que vayan a la escuela, les animaría a que fuesen a una escuela de arte. Para mí fue una historia diferente. Mi intuición me llevó a mudarme a Brooklyn, alquilar un estudio y pasar mis años de juventud conociendo otros artistas en activo, visitando increíbles museos y exposiciones en galerías. Mi experiencia independiente con la escena de arte de la ciudad de Nueva York, sus calles, su gente y su dinámica cultura fue absolutamente la mejor escuela a la que hubiese podido asistir.
Tu arte parece ser una sagaz crítica a la opulencia del sueño americano< pero en cierta forma, en tu caso, pareces haberlo alcanzado ¿Es así? ¿Consideras que de no haber decidido emigrar a EEUU tu obra tendría el mismo reclamo?
F. S.: Haber logrado aspectos del sueño americano no significa que haya terminado mi misión. Todavía me queda mucho trabajo por hacer aquí. En absoluto siento que lo haya logrado. No soy capaz de relajarme después del éxito porque estoy muy motivado. Todo lo que he hecho hasta ahora sólo representa el pasado y estoy ansioso por saber qué será lo próximo. Es como si escribiese una novela y estuviese expectante de escribir el próximo capítulo para acercarme de nuevo a los lectores.
¡Gracias a dios que me mudé a Nueva York! Si no, estoy seguro de que me encontraría con grandes problemas. Tal vez muerto o terriblemente deprimido. Las instituciones artísticas italianas encuentran mi trabajo controvertido o demasiado provocador o rocambolesco, eso seguro. Pero me gusta el hecho de que es diferente. Para mí el arte tiene que girar sobre la originalidad aunque la originalidad sea algo poco frecuente.
¿Cómo percibes EEUU y qué influencia tiene en tu trabajo?
Federico Solmi: Nunca idealicé US como una sociedad perfecta. Sabía desde el principio que esta ciudad era perversa, estaba muy dividida y enferma. No estaba buscando El Dorado cuando me mudé aquí. Sólo buscaba una ciudad que me inspirara y ayudara a cumplir mis ambiciones y Nueva York era el mejor acuerdo posible. La ciudad de Nueva York está en cierto modo ajena al resto del país representando los extremos máximos por lo que era muy atractiva para mí. Quería vivir en este insano entorno que empuja a sus habitantes hacia los extremos con el fin de mantenerse a flote. Esto me resultó muy inspirador personalmente así como muy estimulante para desarrollar mi trabajo. Cada uno de mis vídeos alude a esta caótica ciudad donde podemos respirar en una frenética y alienada atmósfera envuelta en contradicciones e injusticias, falsos mitos y falsas esperanzas. En este sentido mi trabajo está muy conectado con las pruebas que todos pasamos a diario con el fin de encontrar un significado que explique la razón por la cual nos sentimos ligados a esta ciudad. La representación de este tipo de experiencias compartidas permite a mi trabajo llegar a un gran público así como a una audiencia específica del circuito artístico.
En su conjunto tu obra entremezcla distintos elementos de la cultura popular, el postmodernismo y los medios de masas. Todo ello eclosiona en un supra-mundo absolutamente loco y caótico, ¿cómo juntas todo a la hora de trabajar? Imagino que organizar todo esto exige un método de trabajo, más teniendo en cuenta que tienes la colaboración de otras personas sobre todo desde que comenzases con la introducción del vídeo y el 3D. ¿Comienzas cada proyecto con un plan de trabajo trazado de antemano y delimitado o también hay espacio para la improvisación?
F. S. : Siempre tuve el objetivo de crear una crónica social del arte aunque nunca esperé que el vídeo se convertiría en mi medio más expresivo. Sin embargo, enseguida me di cuenta que el vídeo era un gran vehículo para conectar con el público.
Definitivamente hay espacio para la improvisación durante la creación de cada vídeo pero cuando trabajo en grandes proyectos necesito tener un gran plan, un guión, un storyboard (guión ilustrado). De no ser así, el estudio y mi vida se convierten en un caos.
¿Cómo es el paso de la ilustración al vídeo? ¿Ilustras ahora pensando que la historia será animada o nada ha cambiado en tu forma de trabajar?
F. S. : Mi proceso se ha vuelto más complicado con el paso de los años, a menudo requiere la participación de muchos asistentes para ayudar en la producción de estos proyectos en crecimiento, como en la vídeo trilogía Chinese Democracy And The Last Day on Earth (Democracia china y el último día en la tierra) exhibida en la exposición presentada en el CA2M de Madrid Punk. Sus rastros en el arte contemporáneo y comisariada por David G. Torres que llevó cerca de tres años completarse. Normalmente comienzo escribiendo sobre un tema que me interesa. Hago un montón de investigación en internet para recoger algunas imágenes, ensayos, biografías y uso todo esto para crear los bocetos. Una vez que tengo definida la idea, creo el concepto y mensaje para construir un storyboard en Photoshop. Esta es la parte más íntima para mí y normalmente la hago de forma independiente. Sin embargo, a veces intercambio ideas con unos pocos artistas de confianza y mi esposa, Jenniffer. Completado el storyboard comenzamos a modelar los personajes y decorados usando software 3D (esto es, con Maya y 3DS Max). Luego, pintamos todas las texturas y escaneamos sus capas al modelo 3D. A continuación, pasamos todas las escenas y personajes pintados a mano y dispuestos en envoltorio-3D a un motor de video juego y grabamos en vivo cada escena. Animo cada personaje usando una palanca de mando o la tecnología kinect. Es un proceso apasionante y siempre está evolucionando.
Se percibe cierta visión futurista en tu trabajo, especialmente por un acusado dinamismo activado por la colectividad. En tu caso sería más bien post-futurista si partimos de la percepción futurista de artistas como Umberto Boccioni o Gino Severini ¿Hay cierta visión futurista del mundo en esos totalitarismos que representas?
F. S. : No hace mucho tiempo vi una maravillosa exposición sobre futurismo en el Museo Guggenheim de Nueva York. Fue mi primer encuentro en persona con las obras de este movimiento. Tenía problemas para conectar con estos artistas cuando era un artista joven pero definitivamente puedo ver la conexión de la que hablas con respecto a mi trabajo. Admiro profundamente el trabajo del primer período futurista incluyendo el trabajo de Boccioni. Pienso que él fue un verdadero utopista pero también naíf. Tenía creencias e ideales fuertes sobre cómo el artista podía cambiar el mundo y la sociedad. Es una lástima que muriese durante la I Guerra Mundial, realmente creía que ir a la guerra era algo bueno para Italia. Pero por lo menos murió por sus ideales, supongo. A diferencia de esta forma de ver, mi trabajo es siempre distópico. Mi generación está completamente desencantada por cualquier creencia política. Los elementos dinámicos y frenéticos de mis vídeos no están pensados para mostrar que la tecnología es grande y maravillosa sino para recordar cómo la tecnología, las guerras, la tiranía política y la crisis económica ha aniquilado las esperanzas de las personas en el siglo XXI.
Como artista ¿Te sientes responsable del mundo? Y en este sentido ¿Consideras que el artista contemporáneo tiene que asumir una función de héroe o anti-héroe para contrarrestar el dominio de los poderosos? ¿Se puede cambiar el transcurso de la historia a golpe de creatividad?
F. S. : Creo que los artistas de hoy en día tienen un papel muy importante en la sociedad, sobre todo en esta época de crisis y agitación política. Creo que el arte sigue teniendo un tremendo poder pudiendo inspirar a los individuos y encender la chispa necesaria para el cambio. El arte puede proporcionar esperanza y denunciar las injusticias y abusos en nuestra comunidad.
En realidad, ¿sientes la necesidad de poner orden en el desorden incluso enfatizando ese desorden o sólo pretendes que el espectador perciba los males que lo acechan para hacerle responsable de ese mundo que todos pasiva y activamente construimos? En este sentido, ¿merece la sociedad salvarse o por el contrario bien merece un castigo por la falta de reacción y visión para detectar los males que la acechan?
F. S. : No hay duda de que el contexto histórico en el que vivimos es muy difícil. No siempre me gusta señalar aquí y allá con el dedo, sino que creo que cada uno de nosotros, en parte, ha contribuido a este caos. Por otra parte, pienso que ya hemos sido suficientemente castigados y ahora tenemos que seguir adelante para restablecer cierta confianza en la juventud, hay demasiada incertidumbre y tenemos que reaccionar. Para un artista es más fácil. El arte me dio la motivación para ser y sentirme vivo así como para luchar por una causa. En términos generales, el arte ha provisto a muchos del valor para expresarse sobre los temas que les importan.
¿Es una visión del mundo y la sociedad escéptica, pesimista, cínica, sarcástica? ¿Todo al mismo tiempo?
F. S. : Sí. Me gustaría contestarte citando un párrafo acerca de mi obra escrito por la curadora Mariagrazia Constantino: «El trabajo de Solmi es sobre todo una estrategia, una contraofensiva al ataque diario al que estamos expuestos. A menudo se inspira en sentimientos como la ansiedad o el deseo de justicia e impregnado de los signos inquietantes de nuestro tiempo. Él diseña un mundo en el que la exaltación del mal está en paralelo a una sociedad exasperada por la ubicuidad violenta de los medios de comunicación, música, imágenes, crimen y amenaza terrorista. Su enfoque es infantil en el más genuino sentido: reacciona y toma venganza personal contra las cosas que él percibe como inaceptables».
¿Ha cambiado tu forma de acercarte al trabajo la paternidad? A este respecto, ¿te sientes ahora más responsable del mundo que estamos creando o consintiendo?
F. S. : Convertirse en padre es una experiencia muy emocionante y gratificante que me ha cambiado profundamente. Ha sido y sigue siendo una experiencia maravillosa y aterradora, pero no pienso que la paternidad me haya hecho ver el mundo con otros ojos. No creo que haya cambiado o interferido en mi trabajo, tampoco ha cambiado mis horarios. Sin embargo, me he dado cuenta de que me ha vuelto más ansioso, neurótico y más vigilante que nunca. En general diría que ha traído algunos elementos positivos a mi investigación artística.
Los colores explosivos, la velocidad, una estética a medio camino entre el video-juego y el cómic… ¿Consideras que el artista contemporáneo tiene que ser más efectista ahora para hacer notar su presencia y que su obra con sus significados y discursos tenga eco o simplemente tu arte está en sintonía con la sociedad actual, los nuevos medios y aspectos estéticos colindantes a la contemporaneidad?
F. S. : Desde el comienzo de mi carrera mi objetivo era desarrollar un estilo muy distinguido que hablara directamente con el espectador planteándole cuestiones sobre las contradicciones flagrantes que existen en la sociedad contemporánea. Siempre he creído que el arte debe llegar a un público más amplio que el restringido del mundo del arte. Afortunadamente he sido capaz de ser fiel a mis convicciones sin preocuparme por la última tendencia o moda en la escena del arte contemporáneo. Me gusta implementar mi proceso de trabajo con los acontecimientos actuales utilizando nuevos medios u otros instrumentos y fuentes que me atraigan y que son parte de nuestra vida diaria, como por ejemplo el uso de la tecnología.
Para finalizar, ¿algún proyecto futuro que quieras reseñar?
F. S. : He estado trabajando en los últimos 6 meses en una nueva serie titulada La Hermandad que es muy emocionante, no puedo esperar a que termine. Esta nueva serie está compuesta por algunos de los líderes históricos más temidos y amados que se presentan como miembros de la Hermandad, una organización cuyo objetivo es mantener el caos en el mundo y promover la degeneración de la raza humana. Con este nuevo trabajo quiero demostrar lo hondo que la cultura contemporánea y la retórica política han mal guiado nuestra percepción de la historia.