Adrián Lavandera

El cineasta Álvaro F. Pulpeiro nos concede unos minutos a propósito de su película ‘Un cielo tan turbio’, que estos días compite en el festival de documentales CPH:DOX

Álvaro F. Pulpeiro | Entrevista | StyleFeelFree
Imagen del rodaje de Un cielo tan turbio de Álvaro F. Pulpeiro | StyleFeelFree

Son las nueve de la mañana en Colombia donde se encuentra Álvaro F. Pulpeiro (Foz, Galicia. 1990), cineasta que estos días presenta su película Un cielo tan turbio. El estreno mundial acaba de ser lanzado en el Festival de Cine Documental CPH:DOX de Dinamarca y con tal motivo hablamos con él. El documental, que hemos tenido ocasión de ver, retrata de manera costumbrista la idea de la identidad a través del destierro. Está rodado en Venezuela, y posee unos personajes demasiado humanos envueltos en una atmósfera oscura y apocalíptica. Con las refinerías venezolanas de petróleo como contexto, la sensación que produce la cinta es casi de ahogo y penumbra. Esto es lo que nos cuenta Álvaro sobre su experiencia cinematográfica y su perspectiva a la hora de hacer cine.

(Adrián Lavandera) ¿Qué tal todo, cómo estás? ¿Podrías hacernos una presentación para que los lectores de StyleFeelFree te conozcan?

(Álvaro F. Pulpeiro) Pues estoy medio atolondrado porque mis mañanas son relativamente tristes, normalmente. Además estoy aquí en Bogotá, y hay como una especie de frío en el clima de montaña, aunque después es bonito el solecito que se levanta a las once de la mañana. En realidad, básicamente, es que yo soy más nocturno.

(AL) Vaya… menuda manera de presentarse. Aunque coincido con lo de la nocturnidad… Necesito otra presentación de Álvaro F. Pulpeiro, el cineasta.

(AFP) (Risas) Simple. Simple. Realmente, si hablamos en relación al cine o a lo que estoy intentando hacer o perseguir, es una suerte de sacrificio el hacerlo de esta forma. Según habrás podido leer en alguna bio, yo realmente estudié arquitectura en un sitio muy abierto y flexible. No hice algo muy sorpresivo. Aun así, el cine siempre formó una parte de mi vida porque siempre he vivido en sitios muy aislados en diferentes partes del mundo. Por eso la cámara y la imagen se volvieron una forma de lectura. Una forma de relacionarme con personas, culturas y ambientes a los que no podía tener acceso, ni entender su lengua. Algo como crear relaciones desde pequeño. La posibilidad de hacer cine es la consecuencia de algo.

(AL) ¿Empezaste de forma amateur, por tu cuenta, con la cámara?

(Álvaro F. Pulpeiro) Como todos un poquito. Mi generación es diferente a la anterior porque hay como una especie de romanticismo alrededor de la super-8. Pero no, mi relación es diferente. Es meramente digital. Partiendo de las Sony de los años 2000, uno siempre empieza filmando a sus amigos, videos de skate o lo que sea. Además a todo el mundo le gusta ser filmado.

«La cámara se convirtió en un modelo de traducción que me ayudó a encontrar una posición frente a las cosas»

(AL) Es cierto lo del romanticismo alrededor de los cineastas populares que empezaban con ese tipo de cámaras. He visto que algunos incluso hacían historias con sus juguetes. Pero a mí lo que me interesa más es la esencia de Álvaro Pulpeiro, la raíz.

(AFP) Anécdotas siempre hay. Pero para mí la cámara es muy simple. Por una razón de vida la cámara se convirtió en un filtro, en un modelo de traducción donde yo no tenía un papel claro y era un extraño. La cámara era como un filtro de traducción de realidad al que no tengo acceso y era al mismo tiempo ‘el acceso’. Entonces la cámara en sí me ayudó a encontrar una posición frente a las cosas. Es algo un poco estúpido todo…

(AL) Te ha dado tiempo a filtrar muchas realidades. Londres, Quebec, Australia… ¿Utilizabas quizás la cámara para hacer amigos? Para conocer gente y demás.

(AFP) Sí, bueno, yo crecí sobre todo en el norte de Brasil, en el oeste de Australia y Galicia. Siempre he estado en sitios donde no había extranjeros, y siempre he sido un extraño, un alien. Sitios, además, de corte minero, aislados o industriales. No eran lugares multiculturales. La cámara allí se vuelve una forma de… una excusa para hablar con alguien. Sí.

(AL) Lo preguntaba porque de empezar así, a acabar en el CPH:DOX, el prestigioso festival de documentales de Dinamarca… eso es un salto ¿no?

(Álvaro F. Pulpeiro) (Risas otra vez) Fue un paso también… que no te pilla por sorpresa. Es algo que vas trabajando. Agradezco poder formar parte de una plataforma, y de una competición tan importante como ésta donde hay gente que ha trabajado muy duro, con películas maravillosas. Pero es cosa de muchos años trabajando como un carpintero. Trabajando un lenguaje con pocos medios. Con una cámara y un trípode, básicamente, he tratado de encontrar mi camino. No es la historia de ‘woww he sacado una película’ y de repente lo petas. No.

(AL) Claro, es que tienes cinco documentales ya

(Álvaro F. Pulpeiro) Sí… y el primero lo hice con veintitrés. Rodado en el oeste de Texas, consistía en un estudio lumínico de la aurora y el crepúsculo, lo que se llama la zona del Big Sky. A través de ahí aprendí a relacionarme con una realidad que me iba superando y con la que tenía que aprender a navegar. Si tuviese que hablar con alguien que estuviese empezando le diría que es algo que debes empezar sin mucho ego, con humildad, porque el ego en mi opinión tiene que estar ligado con la ejecución plástica de la película. Además, por ejemplo, este año de pandemia te enseña que lo importante no es entrar en el festival, sino realizar algo que comunique.

(AL) Digamos que partes de esa intención de comunicación… no quieres hacer un cine popular ¿no? El género documental, al fin y al cabo, es eso.

(AFP) Sí… hay gente que son más documentalistas de corte… más leales hacia lo que es el género. Yo no hago diferenciación. Para mí, lo importante son los medios. Qué tengo, y qué puedo hacer con ellos. La película ha sido una suerte de estudio, de bocetos hacia algo que quiero hacer.

(AL) ¿Estás interesado en la ficción o quieres seguir haciendo este tipo de cine?

(AFP) Yo estoy interesado en el cine. Después es un poco el mercado el que marca este trabajo. Una ficción, en términos comerciales, es la que tiene más empuje, por muy indie que se considere. Y las películas que he hecho, que son caóticas en términos de producción, son películas que buscan maximizar recursos, incluso en términos de relato. A mí no me gustan los actores naturales. Lo que busco es inspeccionar contextos o energías con cierta complejidad. Es una forma de investigación. De investigar dentro de algo.

«La mayoría de productoras cool solo producen a sus amigos»

(AL) Eso quería preguntar… ¿de dónde sale tu cine? Desde el punto cero ¿cuál es el paso a paso a la hora de hacerlo?

(Álvaro F. Pulpeiro) Para esta última peli, fue demencial. Una lucha encarnizada. Porque además no ha sido para ninguna productora. Ya sabes que al final las productoras también son un mundo precario, que solo producen a sus amigos. La mayoría de las productoras cool… son así. Pero es que yo no las necesito, porque solo necesito mi cámara y el trípode. Y además, parto de esa intuición que es el buscar… buscar las formas de habitar y personas que viven en un contexto.

Esta película en términos de producción fue muy escalonada. Llevó muchos años hacerla, ya que en los rodajes había que irse. Pasaba algo y había que irse. Lo cual puedo hacer porque trabajo con cuatro o cinco personas ya que nadie entiende nuestros propios ritmos.

(AL) Hablando de ritmos… he visto uno costumbrista durante toda la película, que además coincide con esto que dices de los rodajes pequeñitos. Un cielo tan turbio parece a veces improvisado, ¿partíais de un guion técnico, o el hecho de ser pocos os permitía hacer y deshacer a vuestro antojo?

(Álvaro F. Pulpeiro) Todo está. Son años… para rodar estas escenas… A parte de un año de relación con esta gente… básicamente, lo primero, tuve que estar yo solo tres meses viviendo allí. Y verlo día a día con una rutina cíclica y una logística propia. Sin embargo, por otra parte, también escribo ficciones. Entonces, sabía realmente — en mi guion de sesenta páginas en el que hay ciertas escenas sobre lo que ya investigué en estos tres meses— lo que podría pasar y no podría pasar. Además, a mí no me gusta reducir las personas a personajes. Por eso, tengo que entender en todo momento qué hago ahí, quién soy yo, y cuál es mi papel. Incluso, más que el de ellos. ¿Qué hago ahí?

Muchas veces, partiendo de la nada, o de la realidad, acababa conformándome con una realidad y una logística, con una forma de entender el tiempo relativamente opuesta a la que nos enseñaron a nosotros. Por lo tanto, no tienes solo que adaptarte, sino entender tu papel, y entender cómo la cámara va a reaccionar con personas que no quieren ser domesticadas ni capturadas. Eso, por ejemplo, desarrolla un tratamiento de la imagen. Nosotros no queríamos reducirlos a caricaturas exóticas, ni reducir la trama a un simple drama. Por ejemplo, en esta película, yo no quería drama. No quiero saber cómo duerme la gente, como hace Gianfranco Rosi, que lo hace muy bien. Para mí eso no es humanizar a la gente, para mi humanizar es no reducirlos a personajes, ni domesticarlos, ni leerte dentro de él.

(AL) ¿Ese sería el objetivo concreto de tu cine, entonces? ¿O surge un poco a medida que vas puliendo esa intuición de la que hablas?

(AFP) Es un poco ambas cosas. La intuición es clave, pero no es una intuición genial. Es a través del trabajo. A raíz de frustrarse y frustrarse, y ver que no sale nada. Una cuestión de repetición. No con la cámara. Porque no tengo dinero para grabar cien mil planos. Ni espacio en el disco duro… Pero es una forma de práctica con la mirada, y de entender cómo se puede abordar la cuestión. Son invenciones que surgen por necesidad. Que te ayudan a ser más creativo.

(AL) ¿Las imágenes relacionadas con el fuego, el agua y el sol al final del documental, con ese toque optimista, eran intuición o estaban en el guion?

(AFP) El final fue una cosa que empezamos a encontrar y lo fuimos encontrando poco a poco. Fue algo que surgió de forma muy orgánica. Además, porque la película tiene un arco que surge a través de las experiencias y los años. Yo me relacioné con la problemática que ofrece la situación. Sabía que quería hacer otro comienzo. Y en cierta forma, en el final, quería dejar una sensación de volver a salir de este agua negra a la superficie. La imagen me gustó porque es frágil. Imprecisa. Es una lancha que no está surcando de forma superficial, casi pornográfica. Es una imagen que va por un oleaje que no sabe maniobrar, personal, urgente. En donde el color y la textura, y donde justo antes del corte final, el obturador se abre. Es una idea de soledad, de movimiento, soledad afirmadora, no de naufragio pero sí de dejarse llevar por la corriente. En la película estamos siempre viajando y siempre en movimiento. Y en este momento que nos dejamos llevar por la corriente, en estos molinos de viento quijotescos, de ruidos parados sobre el mar, estamos moviéndonos. Un movimiento que yo sentí necesario. No de esperanza, pero afirmador, con propósito.

(AL) ¿Este movimiento va relacionado con Venezuela en sí, por cómo se mueve el país y la dirección que encauza, o ha sido arbitrario?

(Álvaro F. Pulpeiro) Venezuela ha sido escogida por motivos estéticos. Estéticos hablando también en términos éticos. Un cielo tan turbio puede ser una película política pero no una película militante. No es política precisa, es más una manera de explicar la situación y lo que genera. Sobre todo la fronteriza. A mí, lo que me interesaba era abordar el concepto de un personaje náufrago y huérfano, que no es siervo de ningún Estado. Que encuentra una identidad nueva en el destierro. Me interesa mucho ese concepto, la idea de la negación nacional, del paria, de la traición a la nación, la idea de transcender un poco las ideas con las que creces. Entonces esta gente con su identidad líquida y pirata habita de forma afirmativa en un espacio neutro. Venezuela además tiene el contexto industrial, la refinería como una mitología, así como el petróleo. Para mí, éstos son como templos que transmiten vértigos. Son las ruinas del siglo veinte.

«En Un cielo tan turbio Venezuela es un país partido a la mitad por dos fuerzas dispares —Maduro y Trump—, que ven al ciudadano como una pieza con la que jugar, como un peón»

(AL) Y Maduro, por ejemplo, el hecho de que aparezca siempre en la radio, ¿qué simboliza o qué significa?

(AFP) Si hay un posicionamiento frente al conflicto es la radio, y la radio es una suerte de obra teatral en donde digamos que dos ideologías opuestas entran en conflicto sonoro donde se solapan paradójicamente. Nosotros existimos en el ruido esquizofrénico que existe entre esos dos canales. Y la dicotomía entre Maduro y Trump es súper importante. Los dos empujando uno a cada lado. Esta guerra civil sonora es lo que le da sentido y contexto temporal a las imágenes que estamos viendo. Además, Maduro es el padre del Estado, es Saturno, al igual que Trump. Entonces el país es el cuadro de Goya, un país partido a la mitad por dos fuerzas dispares, que ven al ciudadano como una pieza con la que jugar, como un peón.

Mi posicionamiento hacia Maduro es realista, basado, eso sí, en la gente con la que viví. Y bueno… es que Venezuela sufre un bloqueo marítimo muy duro. Una situación dura desde 2002. Una situación que genera monstruos y termina por hacer sufrir a la gente de siempre, la que no tiene acceso a comida o gasolina.

(AL) ¿Os ocurrió algo mientras rodábais? Al fin y al cabo la situación es la que es…

(AFP) Mmmm… no me gusta entrar en ello, porque quiero volver a filmar allá. Pero digamos que malentendidos…

(AL) Ocurrieron, ¿no? ¿Uno, dos, tres…?

(Álvaro F. Pulpeiro) Bastantes. Pero es normal… llega a ser incluso aburrido, porque es pesado. Ayer justo estaba leyendo los dos periodistas españoles que murieron en Burkina Faso… y eso ocurre muy fácil… muy fácil… ocurre sin más. Problemas con los contrabandistas que eran mis amigos, ocurrieron. Pero bueno… imagínate. Te vienen una noche bien, y la siguiente te dicen que han entrado en una guerra de castas, que han acuchillado a su hermano y que claro… tú eres un blanco fácil… el más fácil. Cosas así donde tú estás en el medio. Y eso que yo no soy un periodista, y que no busco una noticia. Estoy buscando dónde palpita un espacio. Algo que es mucho más raro, sin entrevistas, sin reportajes… estoy buscando captar un movimiento.

(AL) ¿Qué movimientos planteas captar en el futuro, pretendes volver después de ver el panorama?

(AFP) No soy valiente, eh! No me voy ahí a África a jugarme la vida… no. Pero estoy ya en un proyecto para realizar. Finalmente una ficción, con la que ya me veo capacitado. Un proyecto estable, con una financiación estable. Y la idea es retomar paisajes y lugares en los que ya he estado en Venezuela y Colombia. La película, vulgarizándola, estaría entre El pasajero de Antonioni y Apocalipsis Now de Coppola.

(AL) Woww… apuntas alto entonces.

(AFP) De forma vulgar, pero sí. (risas)