Rosana G. Alonso
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El artista colombiano Baba Robot habla de su arte, un universo de creaciones gráficas extasiadas de color que nacen bajo la influencia de las redes sociales

Baba Robot | StyleFeelFree

Obra de © Baba Robot | stylefeelfree.com

 
Una de las cosas que aún a día de hoy más me sorprende de las redes sociales es encontrar nuevos artistas que me llamen la atención y a los que de otro modo, posiblemente nunca llegaría a descubrir. Todavía quedan recovecos por donde encontrar nexos de comunicación con el otro desconocido. De hecho, este es uno de los posicionamientos artísticos de Baba Robot —Andrés Julián Sotelo Gutiérrez, Bogotá 1983. Diseñador y artista visual—. Se mueve por las redes interviniendo sus espacios sigilosamente desde el anonimato de su yo personal. Con su alter ego construye mundos paralelos llenos de colores extasiados a los que recurre para abrir puertas, sin anticipar nada. Es el receptor el que descodifica su significado según sus propias necesidades. Baba Robot representa a una generación de artistas que hacen del medio de transmisión su esencia de ser artística manteniendo un discurso visual y vital, que es también una muestra del arte nacido en redes o bajo su influencia. Una forma de llamar la atención para que su yo creativo y artístico sea visible pero manteniendo la distancia con lo personal. Precisamente esa vanidad no banal forma parte de su esencia y es uno de los aspectos que más me interesa en el intercambio en redes abiertas.

¿Quién está detrás de Baba Robot y cuando nace?

Baba Robot: Un incitador.
Entre el 2.006 y 2.007 (Bogotá-Colombia)

Una pequeña biografía ¿Cómo fueron tus inicios?

B. R. : Baba Robot nace como un proyecto de comunidad o red social infantil, proyecto que por cierto nunca surgió, pero que marcó el punto de partida para su desarrollo.

¿Cuál es tu método de trabajo?

B. R. : Mi obra parte de una inquietud, no de una certeza, existe una exploración continua basada en la búsqueda de un lenguaje que exprese y expurgue mis obsesiones, derivadas particularmente de una inconformidad. En ese camino —que por lo general es distinto cada vez— recurro a distintos componentes: bizarros, barrocos, futuristas, clichés, lugares tangibles e intangibles, odios, conversaciones, amores y mundos paralelos, entre otros. En ocasiones al combinarlo todo, dejo que en el proceso aparezca la improvisación, aquella que me brinda una perspectiva diferente, poco ortodoxa.

¿Algún referente? ¿Cómo definirías tu estilo y cómo lo has ido adquiriendo?

B. R. : Creo que es una mezcla que proviene de lo que me rodea, no existe algún referente concreto que me guíe o inspire. No quiero pensar en un estilo definido porque al hacerlo limito las posibles variables que se pueden generar. Crear un estilo te puede encasillar y limitar tus pensamientos, sin embargo, puedo decir que los procesos que utilizo me han otorgado un lenguaje dinámico y contundente, fruto también de lo que quiero expresar.

En tu trabajo destaca el efecto visual tan impactante que consigues a través del color, ¿qué me podrías decir al respecto?

B. R. : La fuerza y el impacto cromático simbolizan la sociedad en donde resido, llena de contrastes, colores y sabores incalculables, narcocultura, mestizaje, proliferación de imágenes, publicidad asfixiante, agresividad, caos, sueños americanos, inequidad, tradiciones y costumbres.

Y la simpleza de formas: una geometría básica y elemental con mucha fuerza, ¿hay cierto interés por descomponer la forma y abstraerla de lo global?

B. R. : Al comienzo existía una búsqueda por esa descomposición, resignificar el espacio a través de la geometría era una de mis inquietudes, sin embargo, no estaba en sintonía con lo que quería expresar, así que tuve que configurar ese concepto para contextualizarlo y dirigirlo hacia otros estados.

Aunque por otra parte, la repetición, la serialidad, se opone a esa descomposición como si quisieras rellenar ese vacío que dejan las formas descompuestas, ¿cómo lo explicas?

B. R. : La modulación o serialidad dejó de centrarse en el espacio, de ser una búsqueda por la plasticidad del escenario y se convirtió en un ser protagónico, sin embargo surgió de manera inesperada, como un elemento recurrente o lugar común. Al generarse esa descomposición, las formas que residían vagamente convergieron y se fusionaron para generar nuevos entes que cargan de manera intrínseca otros significados.

Parece que hay cierto componente también lúdico que invita a la adicción. Contemplar tu trabajo me deja con la sensación de estar en un salón recreativo, ¿Hay algo de esto o es sólo una impresión motivada precisamente por esa conjunción tan densa de forma-color?

«busco que el espectador no sea un sujeto pasivo»

B. R. : Deseo representar el dinamismo de la sociedad en mis obras, existe un toque de humor, algo irónico pero espero que no sea directo, que se sitúa de manera implícita, como un mensaje subliminal, sin embargo, busco que el espectador no sea un sujeto pasivo, que se inquiete, que le moleste o que le guste, pero que no se quede inmóvil.

Ciertamente se percibe esa ironía, ¿pero es realmente ironía o es sólo provocación?

B. R. : Quiero creer que tengo un poco de ambas, me encantan, y no solo a nivel visual pero deseo que mi obra no se quede únicamente en ese concepto.

Aprovecho los espacios en donde mi obra se establece para intervenirlos, como es el caso de las redes sociales, donde me valgo de las mismas herramientas que encuentro en ellas. Etiqueto sobre mis obras personas al azar esperando diversas respuestas, sigo y envío solicitudes de amistad a personas que no conozco, creo eventos que en realidad no existen, me gusta recrear el sentido ávido y enfermizo por el reconocimiento, la necesidad de ser partícipe en todos los acontecimientos, de llamar la atención y reflejar esa pérdida de identidad e intimidad.

En definitiva, ¿cuál es el mensaje o la pretensión final?

B. R. : Tal vez existe una pretensión final, pero no con el sentido de moraleja.

¿Algún proyecto futuro que quieras destacar?

B. R. : En primer lugar seguir indagando sobre los temas que me apasionan y que hacen que mi obra se nutra. Me gusta estudiar el comportamiento que tiene en diferentes espacios y como a su vez se afecta directa o indirectamente. Explorar otros lugares es uno de los objetivos. Estar susceptible al cambio debe ser una constante.

En cuanto a proyectos, tengo dos invitaciones para el próximo año: la primera es en México, exactamente en Tijuana y el Distrito Federal y la segunda en Corea del Sur, sin embargo está todavía en conversaciones.

¿Te gustaría también hacer trabajos publicitarios para grandes firmas como lo hizo Takashi Murakami o tantos otros artistas gráficos o prefieres mantenerte al margen?

B. R. : El medio en el que instauro mi obra es sustentado por la publicidad, así que sería difícil mantenerme al margen. Mi obra no está sujeta a un espacio determinado, está más bien sujeta a los cambios de una realidad por lo que sus distintas aplicaciones solo aseveran su propósito.

Y finalmente, ¿Cómo percibes el arte, más concretamente el gráfico, en Colombia?

B. R. : El arte en Colombia todavía tiene ciertas barreras que lo sitúan como expresión para ciertas clases sociales, sin embargo, como sucede en varios lugares del mundo, artistas de gran calidad se están apropiando de espacios distintos a los comunes, como son los museos y galerías —aunque vale la pena decir que siguen teniendo relevancia— y generando un cambio de perspectiva, esto hace que el arte se expanda y se transforme demostrando que está en continuo crecimiento.