Rosana G. Alonso

La película más personal y detallista de Jonás Trueba, ‘Volveréis’, es también la más convincente en su diagnóstico social que aúna trabajo, amor y placer en un cóctel que celebra la experiencia vital

Volveréis | Película | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película Volveréis | StyleFeelFree. SFF magazine

Escribía a propósito de Tenéis que venir a verla que Itsaso Arana se sabía alterego de Jonás Trueba. Esto cobra especial relevancia en Volveréis, la película que acaba de presentarse en la Quincena de Cineastas de Cannes dejando a su paso una sensación de júbilo que celebra la vida en su interés por conectarnos. A través del cine, el cine nuevamente como casa-refugio que aglutina artes y expresa estados de ánimo, Jonás Trueba convoca el presente líquido que nos hace mutables y caprichosos. Como si todo tuviese, inevitablemente, una fecha de caducidad, la pareja que forman Ale y Álex en este relato, en este ensayo sobre el cine y la pareja, decide separarse. Parece que ha llegado el momento inevitable después de 15 años juntos. ¿Quién, en este sistema capitalista que sostiene la opulencia, soporta el hastío de la vida, las rutinas y los hábitos de una vida en común?

Sobre los problemas sociales que vertebran nuestra experiencia vital lleva tiempo reflexionando Jonás Trueba y su equipo. Aquí, compartiendo creatividad en la escritura que perfila estados y comparte momentos, con Itsaso Arana y Vito Sanz, se vuelve a poner en valor Madrid como un lugar que redescubrir desde la perspectiva fotográfica volcada en lo afectivo. Ningún otro autor contemporáneo había mirado Madrid desde un enfoque tan luminoso, nostálgico y, al mismo tiempo, febril en su disposición a capturar el presente dirigido desde la pausa y la introspección. En este sentido, tan importantes son los diálogos que convocan lo literario y el amor por las palabras, como lo que solo es símbolo, plano, mirada que mira dentro. Volveréis es un alegato al gesto que hace heroica la decisión de parar para tomar distancia, para respirar.

Paradójicamente a lo que meditaba al principio de esta crítica, esta decisión de terminar para volver —como predice el título— puede interpretarse como una forma de resistencia al modelo social y económico que nos envuelve en un bucle sin principio ni final por alcanzar algo que, en realidad, es indeterminado. Lo queremos todo ahora, y todo y más, en una espiral sin límite que, en lugar de llenar vacíos, los alimenta. Y esta cinta parece estar todo el tiempo identificando vacíos y tratando de llenarlos con cierta carga idealista. Los personajes principales, la pareja que forman Itsaso Arana (interpretando a Ale) y Vito Sanz (interpretando a Álex) en la ficción, deciden poner fin a su relación juntos para sanar y darse nuevas oportunidades. Pero lejos de hacer de ello algo dramático, quieren celebrarlo. Es una idea del padre de Ale, papel que, sorprendentemente, corre a cargo de Fernando Trueba, lo que enfatiza la idea de Arana como alterego, que en su personaje, para más énfasis, interpreta a una directora de cine.

Excepcionalmente bien hilada, como si el autor de La virgen de agosto hubiese aprendido a naturalizar el oficio fijándose más en el detalle que aglutina y conecta planos con emociones, este gesto hermoso de celebrar el final de una convivencia es en realidad un gesto de amor, es una forma de reverenciar a la pareja como una entidad pura que debe honrarse. Es el amor como algo mágico e iluso que tiene que saber decir hasta aquí, precisamente, para no traicionar ese amor. Es, en suma, una película llena de películas, autocrítica y que relaciona los vínculos humanos con los profesionales. Pero, sobre todo, es el filme que, en la filmografía de Trueba, destaca por su grado de empatía. Sobre ello, cabe destacar el papel de Itsaso Arana, menos imaginada, más efusiva y autosuficiente en sus decisiones, opiniones y en su forma de estar ante la cámara.

No sabemos bien cuál es la difusa línea entre ficción y realidad en Volveréis, pero podemos intuirla o imaginarla según nuestras propias convicciones. Como en el cine de Hong Sangsoo, este ejercicio prodiga la anécdota. Si bien, aunque los paralelismos con el coreano aquí se evidencian, también porque hay más alcohol y más encuentros, en Trueba, de un tiempo a esta parte, hay un interés genuino por preguntarse por el cine como oficio. También por cómo ha evolucionado y cuál es su función hoy. Por eso, tampoco sabemos hasta qué punto la pareja es solo una excusa para representar las cuestiones que surgen de un medio que ha dado un cuantioso salto en los últimos diez años, siendo más inclusivo, polimórfico y transgénico. En la fiesta final que celebra la magia del encuentro con el cine, la vida y la gente, está condensado todo. Es el goce por el goce que entiende que todo es efímero. Y como tal, digno de celebración.