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A través de la palabra, la gestualidad, el silencio y la acción Víctor Iriarte, en ‘Sobre todo de noche’, su primer largo de ficción, busca hacer justicia frente al olvido
Sin ambages, por si pudiera quedar alguna duda, el comienzo de Sobre todo de noche, puesta de largo de Víctor Iriarte, es muy explícito al establecer un juicio de valor. Es un juicio de valor, aunque parezca un hecho descriptivo que constata y determina la naturaleza de lo que el espectador se dispone a ver. No obstante, no se manifiesta como una declaración que hace Vera, el personaje que conduce el relato, sino que reivindica una cita —adaptada a las necesidades del guion—, de Amuleto, la novela que Roberto Bolaño escribió a finales de los noventa del pasado siglo. El literato chileno se expresaba así: “Esta será una historia de terror. Será una historia policíaca, un relato de serie negra y de terror. Pero no lo parecerá. No lo parecerá porque soy yo la que lo cuenta. Soy yo la que habla y, por eso, no lo parecerá. Pero, en el fondo, es la historia de un crimen atroz”. En esta declaración de intenciones está contenida la síntesis y el propósito de una cinta que recoge un hecho histórico silenciado por el poder.
Conviene, a pesar de ello, comenzar por la génesis. Esta es la historia que pone de relieve a las víctimas de los bebés robados durante, y después, de la Guerra Civil Española. Curiosamente, algo tan perverso, que deja víctimas en distintas direcciones, nunca tuvo mucha repercusión social. Primero, por el llamado pacto de silencio que puso un velo tupido a todos los crímenes y atropellos de guerra. Después, con la ley de memoria histórica, se buscaron los cuerpos abandonados en las cunetas. Pero nunca hubo un empeño real por encontrar los otros cuerpos. Los que fueron apropiados, violándose con ello los derechos humanos a la identidad. Por eso, Sobre todo de noche se fragua entre sombras, invocando a la oscuridad y, luego, reclamando una voz silenciada que derriba muros. La comunicación necesaria para desvelar la verdad, invisible en la noche, llega en forma de carta. De esta manera, la película atraviesa los géneros destacando el epistolar, por encima de ellos, y reclamando así la palabra escrita como una declaración de amor que se recita al espectador.
Muy performática, arrolladoramente lírica y expresiva, Sobre todo de noche tiene, con todos los dispositivos que acciona, el propósito de ordenar un espacio. Con gestos continuos, que ponen en valor los sentidos, parece también evocar otra época que Iriarte trae al presente para desvelar lo que permanecía oculto. Un algo, muchos algos en realidad, que tenían que ser activados. De ahí que la intervención de los personajes principales sea más un acto performático que dispone un espacio atravesando, precisamente, los espacios. Madrid, San Sebastián y Portugal. Haciendo un mapa que explora la empatía y el poder de lo colectivo el filme, por otra parte, revierte su punto de partida. De una película de venganza a otra de solidaridad. De una película unipersonal, a otra colectiva. Y de una narración compleja, que bien podría necesitar horas de metraje para explicar unos hechos, a otra que es capaz de sintetizar sin perder su esencia. Fría y casi quirúrgica en su disposición, es en cambio cálida y sensual en la voz. La de dos madres conectadas por un hijo.
Dos mujeres en la mediana edad son las desencadenantes de todo. De hecho, Victor Iriarte en una entrevista con este medio declaró que todo comenzó con una imagen persistente. La de dos mujeres en la cincuentena, como él mismo explicaba, a orillas del Duero, durmiendo una siesta con las uñas pintadas de rojo. Esas dos mujeres están encarnadas por Lola Dueñas y Ana Torrent. Una, la madre biológica (Lola Dueñas) obligada a abandonar a su hijo al nacer. La otra, la madre adoptiva (Ana Torrent) deseosa de poder ser madre. Aunque aparentemente se podría pensar quién de las dos tiene un papel más ventajoso en esta historia, lo realmente trascendental es el punto de vista que se establece para que el espectador pueda percibir la dimensión del problema.
Ambos personajes de Sobre todo de noche han sido víctimas de un engaño. En un caso, porque primero hay un desamparo, una vulnerabilidad y, luego, una búsqueda frustrada por el poder. En el otro, el mismo sistema hace sentir a la madre adoptiva cómplice de un régimen corrupto, lo que malogra su buena voluntad. La gran proeza de esta cinta está en hacer de ese juego macabro otro en el que leemos la historia silenciada desde la belleza. Y, sin embargo, esa belleza no impide ver, al contrario, las raíces de un árbol enfermo que busca su cauce para sanar. Encontrando nueva savia que le permita retomar un itinerario truncado y ahora retomado. No es que sea únicamente una película que indaga en la historia, sino que lo hace desde la ficción para hacer justicia. A su manera. La que está pendiente de ejecutarse y, en este caso, se revela en su búsqueda. A través de la palabra, la gestualidad, el silencio y la acción.