Reabriendo la trilogía del amor y las clases trabajadoras para convertirla en tetralogía Aki Kaurismäki, en ‘Fallen Leaves’, vuelve a poner el amor en primer plano escapando así de cualquier posible escenario bélico

Fallen Leaves | Película | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película Fallen Leaves | StyleFeelFree. SFF magazine

Han pasado trece años desde The Match Factory Girl, la película de Aki Kaurismäki que cerraba la trilogía de la clase trabajadora en torno al amor. Sin embargo, con este ciclo ni cerró el tema de la clase trabajadora ni del amor con interés anticapitalista, todo sea dicho. No obstante, es evidente que estas películas que realizó entre 1986, cuando estrenó Shadows in Paradise, y 1990, había un interés muy marcado por reconocer las penurias de una clase abocada al estigma. Y a pesar de ello, como héroes enfrentando su condición con dignidad, apoyados también en un sentimiento de lealtad hacia aquellos en los que se reconocen, los personajes kaurismäkianos, lánguidos y afligidos, se saben merecedores de algo que los trasforme. En los que no tienen opción a nada más, ese algo solo podía ser el amor. Y no es que sea poco, porque aquí es entendido como una fuerza que empodera alejándose del consumo y la voracidad. Una voluntad que aspira a cierta condición sagrada y elevada, lo que invierte la dialéctica de los cuerpos.

Atravesados por este sentimiento que es más revelación que fulgor lujurioso, los arquetipos de aquella trilogía ya clásica representados, en parte, por Katin Outinen y Matti Pellonpaää, que fallecía a mediados de los noventa, vuelven a inspirarnos. Si bien ahora los que tienen el cometido de conectar con los públicos son una nueva generación de actores que toma el relevo a aquella, saben muy bien recrear un paisaje humano irresistible. Aquel que vuelve a sorprender en su forma de articular anécdotas que miran al presente enfocando muy bien las distintas perspectivas de género con humor. Esto es, Fallen Leaves hace reír, incluso evitando como tal la comedia y aún más, evitando satirizar. Su lugar es el del drama de la vida superado por las relaciones que irradian. De ahí que los gags no recurran al humor, sino a la observación de una realidad que, impasiblemente, representan los personajes extraordinariamente caracterizados por Alma Pöysty y Jussi Vatanen, sucumbiendo a un entramado interconectado de la condición humana más generosa y perspicaz.

En un tiempo que parece mirar hacia atrás, hasta que la radio describe lo que reconocemos como el conflicto armado entre Rusia y Ucrania, todo planea confabular contra los héroes de esta espléndida coyuntura social de las relaciones humanas que entronca con las obras precedentes de Kaurismäki. Efectivamente, Fallen Leaves reabre la trilogía del amor y de las clases trabajadoras para convertirla en una tetralogía. Como si de un armazón shakesperiano se tratase, la historia de amor que teje la narración parece abocada al desastre. Sin embargo, es en esa serie de contratiempos donde Kaurismäki se revela como un mago que juega con elementos muy sencillos para convertirlos en enunciado antibélico. Esta es una película que habla de las hojas caídas que anuncia el título extraído de la canción homónima compuesta por Joseph Kosma con Jacques Prévert. Pero también habla de una época incierta en la que, precisamente, las hojas caídas llevan consigo toda la carga melancólica que tiene el otoño, así como la de unos personajes, en la mediana edad, que esperan el milagro de la vida, lo que viene a ser el milagro del amor.