Alex Vargas
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Adaptando la infame novela de Emma Becker al medio cinematográfico, ‘La maison’ presenta un tétrico vistazo al mundo de la prostitución organizada, abandonando prejuicios o valoraciones en pos de un objetivismo absoluto

La maison | Película | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película La maison | StyleFeelFree. SFF magazine

De cada diez mujeres que ejercen la prostitución en nuestro país, ocho lo hacen en contra de su voluntad. Así lo ha recalcado la ONG Anesvad en su último informe al respecto en el año 2015. Ahora, casi una década después, la realidad del trabajo sexual no ha hecho más que empeorar. Los planes contra la trata de blancas están a la orden del día, pero el exceso de oferta y, sobre todo, de demanda, provocan que lo que debería ser un recuerdo arcaico de un tiempo incivilizado se convierta en una industria en auge. En consecuencia, varios gobiernos Europeos han optado por ‘regular’ la prostitución, buscando mejorar, en la medida de lo posible, las condiciones laborales de las prostitutas. Sin embargo, contrarias al cambio y a sus propios intereses, también han surgido aquellas profesionales del sexo que dicen ejercer con gusto, planteando una cuestión abrumadora. ¿Cuáles son los límites del consentimiento?

La última película de Anissa Bonnefont abarca esta pregunta sin ejercer un juicio absoluto sobre su respuesta. La maison es una cinta peculiar. Un vistazo al mundo de la prostitución basado en la historia real de Emma Becker y sus experiencias como meretriz en un burdel berlinés. De esta manera, la cinta unifica un interesante juego de perspectivas en la que el espectador se convierte, a ratos, en practicante y practicado. Sin embargo, a pesar de su disposición a lo explícito y el morbo, esta es una historia sobre personas reales. Una obra contraria al prejuicio que busca dignificar la existencia de aquellas mujeres a las que en ocasiones miramos por encima del hombro. La maison deconstruye el misticismo del puticlub moderno, mostrando la persona que yace detrás del cristal, la habitación, el nombre y la lencería barata.

El espacio de la película alterna a medida que se producen los altos y bajos de la trama. Las luces rojas del burdel se transforman en el realismo más apabullante de un piso compartido en el centro de una gran ciudad. En el fondo, la historia de Emma es una de amor caracterizada por las dificultades de compaginar un trabajo tan particular con la necesidad humana del alma gemela. La protagonista no se avergüenza de su empleo. Tampoco lo hacen sus compañeras, con quienes se plantea la sororidad propia de un grupo de mujeres en una situación desfavorable. La fuerza necesaria para seguir adelante es lo que caracteriza a las prostitutas, fuera y dentro de su empleo. Mujeres que hacen lo que sea necesario para poner comida en la mesa de sus hijas y que enfrentan diariamente el riesgo de ser abusadas. La maison es una historia sobre personas, no sobre política, pero en su búsqueda incesante de realismo hace más por las trabajadoras sexuales que un millón de hombres trajeados.
 

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