Alex Vargas
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Convirtiendo la comedia en drama, Louis Garrel en ‘El inocente’ presenta una crítica mirada a la sociedad francesa, desmontando con ironía la farsa de las segundas oportunidades

El inocente | Película | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película El inocente | StyleFeelFree. SFF magazine

Si en el pasado has cometido un crimen, la estadística dice que lo más probable es que tras una estancia en prisión quedes reinsertado socialmente. Es así al menos en España, donde la tasa de reincidencia se sitúa alrededor de un veinte por ciento. Sin embargo, en nuestra sociedad aún existe un fuerte rechazo hacia aquellos que, tras cometer un error, piden una oportunidad de volver a empezar. En consecuencia, el convenio cultural por convertir en paria a aquellos que salen de prisión dificulta la readaptación y facilita el regreso al crimen. Esto propicia una situación paradójica en la que los propios prejuicios son los que terminan provocando que aquello que temen se vuelva real. Así, con la irónica realidad como fuente de inspiración, El inocente entrega una trama propensa a la crítica hacia el mundo que habita, retratando las dificultades de reinsertarse mediante una historia de amor imposible.

La película presenta un elenco electrizante en el que Louis Garrel se desenvuelve con soltura, tomando una vez más el papel protagonista. A la vez, resalta una brillante Noémie Merlant, que toma las riendas del elemento dramático, construyendo escenas en las que reír y llorar parecen volverse conceptos confusos, transformándose en una única sensación. A través de su papel como Clémence, Merlant eleva esta comedia detectivesca, convirtiéndola en una tragedia donde el humor del doble sentido se une al drama. Así, la película convierte su romance en un portal abierto al trauma, cuestionando las segundas oportunidades, y recalcando el derecho de volver a amar. Sin embargo, para poder volver a amar, uno debe haber amado y perdido, así como superar el dolor que esto acompaña. En consecuencia, la pérdida es un elemento fundamental para la obra de Garrel, reforzando la humanidad de unos personajes que ansían recuperar la pasión perdida.

Desgraciadamente, El inocente es tan real e impredecible como la vida misma, y la ironía de esta golpea a sus personajes cuando menos lo esperan. Por ello, la cinta de Garrel es puramente humana, presentando una crítica consciente de sí misma que permite al espectador sacar sus propias conclusiones. Para esto, la película hace alarde de un director que deconstruye la comedia negra, formando una obra heterogénea en la que no hay ni buenos ni malos, sino personas, con sus más y sus menos. Como resultado, observamos una sociedad en la que no todo es lo que parece pero en la que tampoco debemos ignorar la realidad. Más bien, el mundo de la película, que no deja de ser el nuestro propio, invita a aquel que lo presencia a replantearse sus propias convicciones, invitando incluso a los que somos más reticentes, a plantearnos dar una segunda oportunidad.
 

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