Rosana G. Alonso
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Según se mire, ‘Great Freedom’, de Sebastian Meise, puede ser un tratado metafísico de la condición humana en su intento por reconceptualizar el amor y la libertad

Great Freedom | StyleFeelFree
Imagen de la película Great Freedom | StyleFeelFree

La ley alemana que condenaba la homosexualidad estuvo, en mayor o menor grado, más de un siglo operativa. Ordenada por el artículo 175 del código penal, este hacía referencia explícita a las relaciones homosexuales entre personas del sexo masculino. Tener relaciones entre hombres era considerado un delito que llegó a tener causas agravantes con el régimen nazi. Fueron alrededor de 140.000 hombres los que estuvieron procesados en Alemania según una ley irracional y contranatura que sigue teniendo sus versiones en muchos lugares. La realidad es que hasta 67 países castigan penalmente las relaciones con personas del mismo sexo; y otros, aunque no tienen disposiciones legales al respecto, sí las criminalizan en la práctica. A estas alarmantes cifras hay que añadir que existen Estados que llegan hasta el punto de condenar a muerte a una persona por ser homosexual. Entre otros, el saudí o el yemení.

Para retratar este disparatado atropello a los derechos civiles Sebastian Meise solo ha tenido que volver la vista atrás. Mirando al pasado alemán ha sacado adelante Great Freedom, una película que representa los muchos destinos de personas que tuvieron que pasar largas temporadas en la cárcel sin haber cometido ningún delito. Su única infracción era amar o desear a la persona equivocada. Y para dar vida a todos estos personajes lo sorprendente es que se recurra a un único actor. Franz Rogowski, principal de este claustrofóbico y disruptivo filme, está sorprendente. Es uno de los intérpretes más versátiles de su generación, un Joaquin Phoenix europeo que enamora a la cámara con una sensualidad intrínseca. Puede estar chupado, demacrado y cabizbajo, pero es un animal cinematográfico que logra seducir sin apenas inmutarse. Solo con su presencia llena un espacio hermético, una cárcel que acaba convirtiéndose en metáfora vital.

Más allá de que esta sea una película carcelaria y de denuncia, es un proyecto que borra todo tipo de fronteras. Incluso identitarias y temporales. De ahí que su personaje sea, al mismo tiempo, muchos otros; y de que se difuminen continuamente las líneas de tiempo. Cuestionando los conceptos que tenemos de amor y libertad, de forma sorprendente, Great Freedom acaba tomando itinerarios inesperados. ¿Qué significa la libertad en la era COVID? Posiblemente sea una película que haya sufrido una especie de mutación conceptual debido a la época en la que ha tenido lugar su rodaje. Y es también muy probable que Meise no se plantease muchas ideas que tienen que ver con el momento presente. Por eso, conviene verla cuestionando los términos más sobrerrepresentados de todos los tiempos: el amor y la libertad. ¿Puede existir el uno sin el otro?
 

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