D. Díaz

Exponiendo una versión de Nueva York desprovista de encanto, ‘La santa de lo imposible’ refleja una realidad en la que sus protagonistas, una familia de inmigrantes, devalúan el poder de la unidad hasta que ya es demasiado tarde

La santa de lo imposible | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película La santa de lo imposible | StyleFeelFree. SFF magazine

Bajo la perspectiva de ciertos géneros cinematográficos, Nueva York se ha representado como una ciudad glamurosa, amigable, igual que un patio de recreo. Como enclave geopolítico, ha sido un destino principal de gran parte de los movimientos migratorios del S.XX, habiéndose labrado así el mote de la tierra de las oportunidades. No son pocas las películas que, desde distintas lecturas, versan sobre esta realidad social. Por su parte, La santa de lo imposible nos muestra un Nueva York actual, desencantado, hostil para las personas que carecen de la nacionalidad estadounidense. La familia protagonista, procedente de Perú, sigue adelante gracias a empleos poco especializados. Mientras que Paul y Tito trabajan como repartidores, su madre, Raffaella, lo hace como camarera. A través de este prisma, la obra se enmarca a sí misma en un entorno vulnerable. Ignorando esta coyuntura, ambos hermanos están centrados en un tema mucho más pertinente para un adolescente.

Para ellos, su gran problema en esta etapa vital que están atravesando no puede ser otro que perder la virginidad. Irónicamente, para que esto pase, encomiendan sus plegarias a la virgen de Santa Rita, la patrona de lo imposible. Esta, representada en forma de estatuilla, supone un elemento visual que la obra se esmera en reiterar para afirmar su peso en la trama. Cuando ambos hermanos le rezan, le piden que les traiga una mujer buena que cuide de ellos. En ese momento, se abre la puerta y aparece su madre. Los mellizos, que no parecen haber entendido este sugerente empalme entre planos, vuelcan su amor en Cristi, una chica nueva de su clase de inglés. La joven, que desconoce las intenciones de Tito y Paul, empieza a relacionarse asiduamente con ellos, alimentando así sus fantasías. O, quizás sabía de estas intenciones desde el primer momento.

A través del punto de vista de Cristi, La santa de lo imposible pisa, tímidamente y sin querer dispersarse, el mundo de la noche neoyorquina. Al hacerlo, expone una definición de amor muy distinta a la que ambos hermanos idealizan. Cuando el sol se va y Dios no mira, Cristi sale en busca de hombres de mediana edad con alto poder adquisitivo para acostarse con ellos y obtener a cambio una retribución económica. El amor se refleja así como un envoltorio vacío, furtivo y meramente físico. Una vez más, se muestra la cara B del sueño americano. En esencia, esa oscuridad que rodea al descubrimiento sexual de la etapa adolescente recuerda vagamente a las tramas del cine de Greg Araki. Eso sí, los entornos de La santa de lo imposible, al contrario que en el cine de Greg, no son surrealistas, sino meramente orgánicos, logrando un relato veraz y juvenil.
 

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