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Cuando el género del western era predominantemente masculino, ‘Johnny Guitar’ llegó para enfatizar el papel de los personajes femeninos abriendo puertas al futuro
Al retroceder en la historia del cine, siempre se llega, en algún momento, a la época dorada de Hollywood. Por lo tanto, es imposible no detenerse a explorar los westerns de los años cincuenta. Dentro de este género se encuentra Johnny Guitar, de Nicholas Ray, el único western original de los estadounidenses. Aunque juega con las claves de estilo de estas producciones, realiza una propuesta distinta. Su trama sigue a Johnny Logan, que ha dejado atrás un pasado lleno de muerte, sustituyendo el revólver por la guitarra. En su camino se cruzará con Vienna, una antigua amante que dirige un casino. Este lugar privilegiado constituye para ella la culminación de sus sueños, porque en un futuro el ferrocarril pasará por los alrededores. Sin embargo, los lugareños, dirigidos por otra mujer, Emma, no están de acuerdo con sus planes, y no están dispuestos a ponerle las cosas fáciles.
Cuando se piensa en los protagonistas de este cine y los actores que les dieron vida, la mente lleva a John Wayne o Henry Fonda. Nunca se piensa en personajes femeninos. Ellas están apartadas de la acción. En el caso de Johnny Guitar, el peso de la cinta recae en Vienna, interpretada por Joan Crawford. Este personaje sustituye las balas por palabras, gracias al guion de Philip Yordan, adaptación de la novela de Roy Chanslor. Constituye un paso adelante en la inclusión de intérpretes femeninas en películas de perspectiva masculina. No sólo está Crawford. También encontramos a Mercedes McCambridge, némesis de Crawford. Ambas abrieron la posibilidad de recrear un tipo de personajes que se ven reflejados, por ejemplo, en Meek’s Cutoff (2010). Si bien, en la cinta de Kelly Reichardt, resultan más veraces. En la década de los cincuenta las mujeres tenían que seguir los cánones masculinos de la época.
Por otra parte, este largometraje, Johnny Guitar, no es sólo un western. En el filme se ven los patrones que seguía el melodrama de la época. Esto se observa en la forma de dirigir al reparto, con interpretaciones que pasan de sosegadas a sobreactuadas. Además, en el uso del color es donde resalta este otro género. Aquí abundan los rojos, azules y amarillos, colores con los que se cuenta la historia. Cada uno representa algo. El rojo es la pasión que sienten los protagonistas entre sí. El azul es el respeto que hay entre ellos. Y por último, el amarillo es la ira que siente Emma hacia Vienna. El resultado fue una película que se abrió camino gracias a sus actrices. No solo dentro del género, que consiguió realzar las figuras femeninas, sino que tuvo su repercusión en otros proyectos cinematográficos. Y eso, lo consiguen, únicamente los verdaderos clásicos.