No Home Movie (2015) | Bajo la superficie 

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Rosana G. Alonso

Alma mater de SFF. Librepensadora observando las dinámicas sociales y culturales desde una perspectiva feminista que se abre a lxs otrxs

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La última película de Chantal Akerman, ‘No Home Movie’, cierra un ciclo que define el hacer feminista del siglo XXI

Es irremediable volver sobre Jeanne Dielman, 23, Quai du Commerce, 1080, Bruxelles al revisionar No Home Movie, la última película de Chantal Akerman. Con Jeanne Dielman la belga consiguió, posiblemente demasiado pronto, un hito en el cine de la segunda mitad del siglo XX. En una época en la que la célebre cita “lo personal es político” fue bandera del movimiento feminista, una jovencísima Akerman visibilizó este eslogan a través del recinto privado de la habitación y la cocina. En las dos cintas mencionadas ambos espacios son testigos mudos de una existencia femenina alienada a la casa. Aunque al mismo tiempo ese hogar se transforma, con la observación, en un recinto político en el que pensar sobre lo que ocurre y lo que no ocurre, sobre el aquí y el allá, lo interior y lo exterior, lo que pasa y lo que pasó, lo aceptable y lo inadmisible, lo que hay que esconder, pero que emerge súbitamente, como un signo de explosión vital.

En No Home Movie Chantal Akerman quería retener a su anciana madre, porque era evidente que la estaba perdiendo, según la vida llegaba a su fin. Por ello mismo, también quería reencontrarse con ella en un lugar próximo, uterino, inmediato. La visita en su apartamento en Bruselas o se comunica con ella a través de skyke cuando está lejos. Busca hacer memoria. De una historia afectiva común que la conecta con los horrores del holocausto nazi que sufrieron sus padres y sus abuelos. También de muchos recuerdos entrañables de su infancia, cuando su madre la iba a buscar al colegio. Fragmentos de lo emotivo que enlaza las biografías. Las palabras que se dedican son siempre amables, cariñosas y según el filme avanza el retrato se vuelve más conmovedor porque en él transita la inevitable pérdida, la soledad y la fragilidad.

La cinta se abre con un largo plano fijo del desierto árido, con el viento silbante que parece querer arrancar todo lo vivo. La melancolía inicial se sobreentiende como un signo de fatalidad anunciada. Sabemos, además, que poco después de la muerte de la madre la propia Chantal Akerman se quitaría la vida, lo cual incrementa el tono desgarrado que luego se visibiliza en un último acto ásperamente poético. La muerte aquí se anuncia con un simple movimiento, una cortina que se corre.

No hay nada más, y está todo. Bajo la superficie de No Home Movie estalla lo improbable, los silencios hablan y las cosas recobran su importancia en una obra de escritura liviana, que evita a toda costa pronunciar la tragedia o regodearse en un falso sentimentalismo. Es esta la narración de una epopeya de lo cotidiano, en una letanía prodigiosa, que espera la metamorfosis. Con ella Akerman cierra una filmografía que sienta las bases del cine del siglo XXI, un cine feminista en el que lo subjetivo es absolutamente objetivo de lo que pasa, la propia existencia materializándose a través de los pequeños actos y los gestos que nos definen. Su último adiós lleva implícito algo, por otra parte, que definió toda su trayectoria, la libertad de decidir qué, cómo y en qué momento hacer o deshacer.