Pedro Navarro
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El actor alemán Daniel Brühl debuta como director con ‘La puerta de al lado’, una película en la que se interpreta a sí mismo

La puerta de al lado | StyleFeelFree
Imagen de la película La puerta de al lado | StyleFeelFree

Daniel Brühl, uno de los actores alemanes más internacionales, ha dado el salto a la dirección. Un paso casi natural tras una larga carrera a medio camino entre Hollywood —donde ha trabajado con Tarantino y para Marvel— y el cine europeo. Resulta aún más orgánico si tenemos en cuenta que recientemente produjo una de las últimas películas de Julie Delpy. Para su debut, al igual que hizo en su día la francesa, decide colocarse delante y detrás de la cámara. Además, la idea original de La puerta de al lado, que es como se ha traducido el título en España, es también suya. El papel elegido es a la par sencillo y arriesgado, se interpreta a sí mismo o, más bien, a una versión de sí mismo.

El protagonista de la cinta, Daniel —sin el Brühl— es un afamado actor alemán con proyección internacional. Un intérprete que se dio a conocer con una película sobre la Stasi —guiño a Good Bye, Lenin!— y que ahora trabaja en superproducciones. Como el propio Brühl, está felizmente casado con una sanitaria, tiene dos hijos y habla con fluidez inglés, francés, alemán y español. De hecho, esta última es la lengua con la que se comunica con la niñera, una interna de origen hispanoamericano. En general, su personaje se perfila como una suerte de álter ego negativo del director. El novel parece querer retratar al hombre prepotente y altivo que podría ser y en el que teme convertirse.

El filme arranca con lo que parece ser una mañana cualquiera en su vida. Su familia aun duerme cuando el actor se levanta. Comienza entonces a prepararse para su viaje de un día a Londres, donde realizará una importante audición para el papel de un superhéroe. Entre medias, mientras el protagonista se toma un café, la cámara se detiene frente a los enormes ventanales de su ático. Al otro lado está la vieja casa de su vecino. Ya de camino al aeropuerto, como le sobra tiempo, Daniel decide parar en el bar de siempre, el de la esquina. Lo que de primeras podría haber sido una buena idea se convierte en una decisión pésima. En el local se encuentra con su vecino, Bruno, al que, aparentemente, él no ha visto jamás. El problema es que éste sí le ha visto a él, y mucho. De hecho, demasiado.

Desde la sinopsis ya se evidencia en cierta medida el tono que adquiere la cinta. La puerta de al lado parte primero de un drama para luego ir dejando paso a la comedia negra y, finalmente, al thriller ligero. Aunque el origen autorreferencial es, sin duda, de lo más llamativo de la obra, ésta también enlaza con varios temas de interés y actualidad. La gentrificación y la desigualdad social heredera de la reunificación alemana son parte fundamental de la trama y la base del conflicto entre sus personajes. Con ellas la película consigue vincularse a lo local y político, pero sin perder su valor como relato global. Brühl acierta al debutar con una cinta pequeña e intimista en la que se permite sobresalir en la dirección, pero también interpretativamente. Sin embargo, en esto último hay que reconocer que las escenas se las roba por completo su coprotagonista, Peter Kurth.
 

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