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Nicolas Benamou nos invita a jugar en ‘Misterio en Saint-Tropez‘ a una partida de Cluedo cuya resolución no es tan notable como su divertido desarrollo
A falta de un inspector mejor, el personaje interpretado por Christian Clavier en Misterio en Saint -Tropez, tendrá que destapar el enredo en la setentera villa del multimillonario matrimonio Tranchant. Allí, deberá destapar al autor de las amenazas de muerte enviadas a la baronesa Éliane. El director de la película, Nicolas Benamou, nos hace participes de los desesperados intentos del agente por resolver el caso. Este, un hombre vulgar y maleducado, se verá forzado a convivir como mayordomo junto a invitados con egos desbordados y manías estrafalarias. Las carcajadas vienen de la mano del contraste, pero sobre todo, de los gags físicos. A pesar de no concebir diálogos tan elaborados como los de Una noche en la ópera, cuenta con la evidente influencia de los Hermanos Marx. La expresión corporal propia de los accidentes de la comedia primigenia compone la esencia de la historia.
Gracias al humor blanco y a la desternillante interpretación de Clavier, destaca la carismática ingenuidad del detective, la cual es el verdadero gancho del filme. Mientras que los protagonistas están bien definidos dentro de retratos bidimensionales que resaltan sus diferencias, algunos secundarios se ven eclipsados por patrones demasiado similares. El variado elenco, con sus peculiares singularidades, se ve complementado por la excelente caracterización en relación a la época. Partiendo de que los clichés guían el relato, están perfectamente adaptados a los prejuicios y los estereotipos de los años setenta. El resultado es muy bueno teniendo en cuenta que el cineasta es muy joven para estar tan al tanto de ciertos matices ajenos a su tiempo. Ello denota interés y dedicación en el proyecto. De hecho, no es el único cuya involucración queda constatada, la alegría que transmite el largometraje transpira a través del reparto, cuyo disfrute contagia al público.
La trama se rige por la definición de fiesta: muchos desconocidos, un par de caras familiares, un desmadre apoteósico y unas consecuencias catastróficas. Si le sumamos aventuras románticas, amenazas varias, delitos e intenciones ocultas, nos encontramos con el resurgimiento de un género. Hace un par de años, Rian Johnson se subió al carro y resucitó el Cluedo con Puñales por la Espalda. Tras el éxito que supuso, investigadores de la talla de Clouseau, en este caso Jean Boudin, se vuelven a asomar por la pantalla del cine. El creador de Misterio en Saint-Tropez conoce las reglas del juego y las aplica minuciosamente sin dejarse nada en la recámara. Lleva las claves de las comedias de intrigas policiacas al próximo nivel de lo absurdo con tanto descaro que es imposible no involucrarse.