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Más centrado en completar un absorbente retrato femenino que en entrar en las miserias laborales, ‘I Never Cry’, del polaco Piotr Domalewski, es una película que pone en valor la sororidad
Tras Silent Night el cineasta polaco Piotr Domalewski vuelve con I Never Cry a contornear la dura realidad de los trabajadores en la Europa contemporánea. Sin embargo, ahora cambia de registro. No es un hombre el que regresa a su país natal, sino una joven que se ve obligada a trasladarse por unos días a Irlanda para repatriar el cuerpo de su padre, que acaba de sufrir un fatal accidente laboral. Aunque en la anterior película el protagonista era impetuoso, el cambio de género le sienta muy bien. La joven e inexperta actriz Zofia Stafiej se gana a la audiencia desde una primera arrolladora escena. En ella, la vemos examinándose por tercera vez del carnet de conducir. Desafortunadamente, un conductor se cruza en su camino de forma inesperada y tiene que hacer un giro que frustra su aprobado. Pero la impetuosa adolescente no está dispuesta a resignarse.
Consumada esta arrebatada presentación el guion avanza rápido. Recurre al mismo giro de volante que tuvo que hacer Ola, un personaje femenino que recuerda a los del ruso Kantemir Balagov. No desperdicia el tiempo y tras esbozar el carácter obstinado de su heroína la enfrenta al gran reto de su vida. Tendrá que viajar de Polonia a Irlanda para, burocracia de por medio, darle a su padre un entierro digno en su tierra natal. Voluntad le sobra y agallas también. La escena primera deja muy claro su posición en el filme. Sin embargo, no sabemos qué le deparará este viaje y si será solo una excusa para desarrollar un coming-of-age o el telón de fondo para hablar de la precariedad laboral en el mundo contemporáneo. Las dudas se despejan pronto y descubrimos que en realidad Domalewski busca esbozar muchas realidades sociales. Pero sobre todo, completar un retrato.
No hay en I Never Cry ninguna crítica frontal al sistema laboral. El polaco despacha muchos asuntos sin entrar a fondo en las miserias de estos trabajadores que se enfrentan a una realidad aterradora. Los aspectos sociales, que beben claramente del cine social inglés que tiene de adalid a Ken Loach, sirven de escaparate para poner de relieve la resiliencia y la sororidad femeninas. Así, arriesgando salirse del cuadro que marca el cine de denuncia, Domalewski se tira por un precipicio. Tampoco busca la complacencia del público que encontraría al atender un drama social en toda regla. En lugar de ello, opta por elevar a su protagonista en un trayecto vital en el que se mira en un espejo del futuro que le devuelve su imagen a través de otra mujer. Y en esta toma de decisiones final, la película se vuelve diáfana como una cometa volando en el cielo.