Rosana G. Alonso
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Con un nuevo montaje remasterizado en 4K, ‘Gomorra’, de Matteo Garrone, se adapta a los nuevos tiempos resaltando un enfoque documental que le otorga un cariz más realista

Gomorra | StyleFeelFree
Imagen de la película Gomorra (2008) | StyleFeelFree

A día de hoy, Nápoles sigue estando controlada por la Camorra. Poco antes de que la pandemia del COVID nos encerrara a todos en nuestras casas, en pleno centro de la ciudad se estaba librando una batalla por el control de los negocios criminales. Los protagonistas eran adolescentes, sin otra meta que alcanzar una efímera sensación de éxito que proporciona el dinero rápido a cualquier precio. La violencia de esta dinámica no dejaba de ser un aliciente más en la escalada criminal. Consiguieron recuperar el poder perdido del clan Giuliano y hacerse con el control. Hasta que en 2019, los que lograron sobrevivir, fueron detenidos y condenados. Fin de un capítulo en la larga historia del crimen organizado en Italia.

El reestreno de Gomorra (2008), de Matteo Garrone, ahora remasterizado en 4K, vuelve a poner de actualidad a la mafia italiana. La mítica escena de unos chavales en calzoncillos disparando en la playa, enajenados, ha perdido el fulgor de la ficción para teñirse de la realidad más eminente. Buscando un acercamiento a un cine de lo real, en la nueva versión se eliminan y agregan planos, resultando más didáctica en su planteamiento. Esto contribuye a enfocar el terror e intimidación estructural que domina la esfera social napolitana. Cuando las fronteras entre lo ficticio y lo documental empiezan a difuminarse, en la cinematografía más prominente, lo que hace el realizador de la reciente Pinocho, es dejar claro al espectador una cosa. La violencia que vemos no es gratuita, está empapada de lo más desolador de la existencia. Justificada por las ansias de dominio, de poder, de embriaguez de un mundo deshumanizado.

En una película coral que abre de forma sangrienta y fulgurante situándose al lado de otros títulos como Scarface, de Brian de Palma; El Padrino, de Coppola; o Uno de los nuestros de Scorsese, todos los personajes son esenciales. Para comprender un entramado que genera claustrofobia, al mismo tiempo que regala una sensacional panorámica arquitectónica de edificios grises y decadentes. Pero sin duda, la mirada la ponemos en los más jóvenes. A través de ellos trazamos una radiografía de nuestros tiempos. No deja de ser sorprendente que un filme que ya tiene más de una década, y que es una adaptación del libro homónimo de Roberto Saviano, tenga una lectura tan fresca.

Lo que ocurre es que Gomorra mira indirectamente a las nuevas generaciones proyectando un retrato psicológico de sus deseos y ambiciones. A principios de siglo ya se veía venir cual sería la respuesta de una juventud con escasas posibilidades de alcanzar los estrepitosas quimeras y modos de vida que nos devuelve una pantalla trucada que decide nuestra voluntad. Y por eso la cinta sigue funcionando igual de bien. A pesar de que no existe ningún contrapeso femenino, y de que su temática tiene un poso a un siglo XX, del que conservamos sus peores pronósticos. La forma en la que Garrone ha sido capaz, por lo demás, de hilar el relato manteniendo en todo momento un ritmo trepidante que cuestiona la psicología individual, es un hito. Y tiene escenas míticas que sentaron precedente.
 

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