Marta Pascual
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El animador Andrei Khrzhanovsky adapta, bajo tintes surrealistas, ‘La nariz‘ de Nikloái Gógol para denunciar con extravagancia y creatividad las políticas rusas de principios del siglo en ‘La nariz o la conspiración de los disidentes‘

La nariz o la conspiración de los disidentes | StyleFeelFree
Imagen de la película La nariz o la conspiración de los disidentes | StyleFeelFree

¿Qué se debe hacer cuando tu nariz huye de tu cara y te la deja lisa “como si se tratase de un panqueque”? Andrei Khrzhanovsky revive la premisa de la sátira de Nikolái Gógol para realizar una lectura más contemporánea del cuento. En La nariz o la conspiración de los disidentes un burócrata pierde sus napias a manos de un barbero. Desesperado, la busca en todos sitios, a pesar de las burlas de sus vecinos. Cuando la halla, se da cuenta de que no solo no quiere volver con él, sino que se ha convertido en el consejero del estado. El relato original se divide en tres partes, disposición que ha conservado el cineasta, pero alterando los sucesos.

A través de la superposición de espacios y fechas que se entremezclan hipnóticamente, analiza la sociedad rusa desde 1820 hasta 1940. Gracias a los minuciosos detalles, su frenética estructura logra alcanzar cierta coherencia en su desarrollo. Este, fiel al surrealismo, derrocha una imaginación extravagante que atrapa y desubica al espectador. En relación a la técnica, combina diferentes procedimientos como el collage, el grafito o la tinta negra, para plasmar una personalidad fantasmagórica. A la vez, se evade de la animación 2D para interactuar con actores o con los propios ilustradores. El brusco cambio de dimensiones y el particular trazo acompañan al tono directo y grotesco que se mantiene durante la trama.

Pese a su hilarante exposición, en cada una de sus interrelacionadas fábulas trata un conflicto de la crónica rusa. En la primera sigue el hilo de la historia de Gógol, el cual desprecia abiertamente la burocracia. Para ello, convive la más alta tecnología junto a carruajes y arcaicas plumas estilográficas. Tras ver la adaptación teatral de Shostakóvich, Stalin impulsa en el siguiente episodio una campaña para prohibir la música formalista. La nariz o la conspiración de los disidentes retrata al líder y sus camaradas como niños insolentes incapaces de apreciar los esfuerzos del compositor. El carácter desenfadado del filme se transforma radicalmente en el tercer acto, en donde el autor muestra el maquiavélico discurso del totalitarismo y sus consecuencias. Con la seriedad y el respeto necesarios, rememora a las víctimas de la Gran Purga de 1937.

Andrei Khrzhanovsky comparte su preocupación ante el abuso de poder de los gobernantes disfrutando del rodaje. Aunque es su segundo largometraje, lleva creando peculiares cortos desde 1966 siendo fiel a su histriónico estilo. Bebe de referencias cinematográficas como El Acorazado Potemkin, al que rinde tributo. Se reflejan en el simbolismo de elementos evidentes o subyacentes en la narración que retan constantemente a la verosimilitud y conducen a la tesis de la película. Denuncia el pasado de su país, destacando la atemporalidad de su imponente mensaje. Sirve de advertencia ante las palabras de odio de algunos grupos políticos, cuyos programas se asimilan a los acometidos por dictadores del siglo pasado.