Marta Pascual
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Jonathan Nossiter realiza en ‘Last Words’ un tributo al medio cinematográfico a la vez que muestra la artificiosidad de las conductas sociales actuales en un relato pospandémico

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Imagen de la película Last Words | StyleFeelFree

Jo deambula sólo por la faz de la tierra en Last Words, del director Jonathan Nossiter, hasta que conoce a un solitario anciano. Pese a su extravagante carácter, el joven congenia con el ermitaño, quien le revela su mayor tesoro: una colección de largometrajes. La pareja viaja hasta Atenas con la intención de arreglar una cámara y ejecutar el último rodaje del mundo. En Grecia, se encuentran con un grupo de trescientos individuos que pretende salvar la escasa tierra fértil que queda en el planeta. Bajo esta premisa, el creador realiza un posapocalíptico homenaje al cine en tiempos de COVID-19. Se apoya en recursos estilísticos del thriller, a pesar de su estética naturalista. Dos ejemplos innegables son la banda sonora o los planos aberrantes, los cuales realzan la tensión sin sacar la trama del drama. Así, construye con éxito una atmosfera que resulta desconcertante y atractiva de descubrir.

A parte de ser un homenaje al séptimo arte, el filme origina una creativa denuncia a la falsa moralidad que adultera la condición humana. Cuando desaparece, residen unos reflejos animales que nos asustan al hallarnos actualmente tan alejados de ellos. La violenta lectura muestra como las catástrofes desencadenan lo mejor y lo peor de las personas, un concepto que no nos es desconocido hoy en día. Por otro lado, el romanticismo de las cintas de 35 mm está presente a lo largo de toda la narración. Son la esperanza de una sociedad en su intento de perdurar, pues tienen la capacidad de congregarnos y generar una empatía que interrumpe el individualismo. Aunque exponen el mundo en el que vivimos, las películas constituyen un puente que nos aleja de las actitudes egoístas que nos condenan.

El resto de la filmografía de Jonathan Nossiter se interesa en mayor o menor medida por la globalización y la justicia social. Cada vez persiste más en el aspecto sociológico, Last Words es una prueba de ello. Logra trasladar el sentimiento de desconfianza y peligro constante propio del género, pero de forma más íntima y personal. Sin los ornamentos de las escenas de acción, pone en contraste el viejo orden y la nueva realidad con Jo y el vetusto Shakespeare. Junto a personajes como los interpretados por Stellan Skarsgård o Charlotte Rampling, reclama la necesidad de replantearnos nuestras decisiones para curarnos como especie.