Óscar M. Freire

Carlos López Estrada presenta ‘Summertime’, una película híbrida, entre documental y ficción, que mezcla los alegatos líricos de los jóvenes poetas de Los Ángeles a través de una red de historias ficcionadas

Summertime | StyleFeelFree
Imagen de la película Summertime | StyleFeelFree

Summertime podría ser una propuesta arriesgada y potencialmente innovadora. En su concepción, la vida de distintos poetas se conecta a través de los versos que recitan, mientras deambulan por las calles de Los Ángeles. Sus autores, variopintos estereotipos de la multiculturalidad moderna, componen hermosas rimas en cuyo fondo se denuncia el racismo, la homofobia, la explotación laboral, la globalización y el acoso inherente al capitalismo. Las voces, acompañadas de imágenes de la ciudad y sus habitantes, extienden el discurso a lo general y exponen pequeños referentes poéticos. Carlos López Estrada hace uso de la creación artística y el testimonio vital-documental para concebir esta película.

Sin embargo, el experimento, que podría haber sido fallido e igualmente exitoso, se sustituye por una amalgama deforme de historias interconectadas. La propuesta se desvanece lentamente según aparecen personajes y diálogos claramente forzados. Al buscar una vinculación a través del relato ficcionado, la fuerza de los poetas queda en un segundo plano. Es más, este empeño por mantener los principios canónicos del guion se hace incluso molesto. Las narraciones, que comienzan uniéndose gracias al contacto físico entre personajes, se encajan más abruptamente conforme avanza la película. Los contactos pasan a ser dinámicas secuencias puente de montaje que difuminan el estilo marcado. Por lo que al final, estas decisiones restan verosimilitud al retrato coral e imprimen un tono cursi sobre la realidad social de los textos.

Independientemente de la honesta atención que se preste, este viaje decae a medida que se antinaturaliza el lenguaje. La hibridación, siempre exigente, de documental y ficción, no funciona en este caso. Quizás, una estructura más abarcable habría solucionado un enredo argumental, por otra parte, innecesario. Pero no hay que engañarse, el problema se encuentra en su concepción, su miedo a lanzarse al vacío dramático sin nada más que la poesía. Aunque los versos no son grandes soliloquios, habrían merecido por parte de su director el mismo coraje que demuestran al reflejar la estrafalaria cultura norteamericana, su diversidad, su lucha, su orgullo. Qué decir, una bala perdida, decenas de voces encendidas, ángeles que serán, lágrimas en la lluvia.