Rosana G. Alonso
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En un mundo absorbido por las fake news y sus contrarrestaciones, ‘Corpus Christi’ impugna la verdad y la mentira en un despiadado duelo, sin hacer juicios de valor

Corpus Christi | StyleFeelFree

Imagen de Corpus Christi | StyleFeelFree

Suicide Room (2011), el primer largometraje de Jan Komasa, que ahora estrena en las salas de cine españolas Corpus Christi, puso sobre la mesa un enfoque interesante en torno a las crisis contemporáneas en una cinta que combinaba el mundo virtual con el real. Supuso una interesante investigación de formatos, al intercalar interpretación de actores con animación. Con bastante buenos resultados, posteriormente, directores como Ari Folman en El Congreso (2013) se valieron de la misma fórmula, para hablar también de la sociedad virtual. De estética gótica y con una narración dramática que recordaba a Xavier Dolan en ciertas escenas, la película no pasó desapercibida, pero no dejaba de ser un proyecto al que le faltaba por pulir algunos mecanismos que configuran la acción, para discutirla directamente.

En Corpus Christi, su tercer largometraje, ya se advierte una maduración y concreción que no han pasado desapercibidos en festivales y certámenes. Aunque parte de una idea aparentemente estrafalaria, la existencia de falsos sacerdotes está documentada y el realismo que exhala la película fortalece una historia con un personaje principal, interpretado por Bartosz Bielenia, extraordinario. El director polaco, no obstante, y si bien sigue una pista suculenta que fuerza la imaginación, indaga a través de ella en la condición humana envuelta en contradicciones, explorando, al mismo tiempo, el modo en que las personas forman comunidades ávidas de seguir a líderes carismáticos, que les indiquen el camino para expiar sus dolencias. De la misma manera, el disfraz vuelve a revelar, como en El Capitán de Robert Schwentke, el modo en el que nos sometemos al atuendo, efectivo en la construcción de autoridades.

Jan Komasa no reduce la historia a una simpleza cinematográfica que arruinaría la historia, evitando el simbolismo meramente religioso. Hay temas centrales, como la culpa y el perdón, el castigo y cierta tendencia mesiánica. Pero estos asuntos se ramifican buscando entrelazar entre ellos puntos de conexión. Con un guion escrito por Mateusz Pacewicz, que ha vuelto a trabajar con Komasa en su siguiente película, Hater, el relato se desarrolla a través de desenlaces fluidos y oportunos que sitúan al espectador en un lugar cómodo. Solo para arrastrarle, junto con su protagonista, a un desenlace tan inesperado como abierto a preguntas que deliberan sobre nuestros modelos sociales y la forma en que nos resignamos a ellos, sin cuestionar la autoridad. En un mundo absorbido por las fake news y sus contrarrestaciones, Corpus Christi impugna la verdad y la mentira en un despiadado duelo, sin hacer juicios de valor.
 

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