Rosana G. Alonso
Últimas entradas de Rosana G. Alonso (ver todo)

Con un estilo vieja escuela ‘To Leslie’ es una obra llena de nostalgia y buen hacer en la que Andrea Riseborough está inmensa como un animal herido lleno de fuerza vital

To Leslie | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película To Leslie | StyleFeelFree. SFF magazine

Como en las fotografías de Richard Learoyd en To Leslie, a concurso en la sección Retueyos del FICX, hay mucha piel. Y, por tanto, mucho grano e imperfección. La cámara dinámica y febril es una extensión del mundo de Leslie, una mujer bajo la influencia, en el filo de la navaja. A pesar de ello, la presencia de un lugar, que parece extraído del archivo de Stephen Shore, tiene el compromiso de ser representación contundente que define un estado emocional. Un espacio de atmósfera claustrofóbica para una protagonista que quiere volar y la única opción que encuentra para escapar es a través del alcohol. De esta forma, acaba destruyendo sus relaciones más valiosas condenándose a sí misma a un estado de ostracismo que la absorbe por completo. Socialmente excluida por su entorno se presenta muy vulnerable y, sin embargo, de arrolladora fuerza y refulgente energía que ilumina con su modo expresivo.

Michael Morris parece tener muy claro su posicionamiento. Para empezar, humanístico. Su interés radica en desnudar, casi violentamente, casi desesperadamente, a personajes en el límite de su condición existencial. Es Leslie, a quien se debe el título, la musa central. Una mujer que deja atrás la responsabilidad que le atribuyó el cine clásico de verse siempre impecable para florecer marchita en las cloacas desde donde irrumpe como un hermoso animal salvaje. Con la impronta de esos espléndidos personajes femeninos, cada vez más demandados, que pretenden explicar una condición sin sesgos, Andrea Riseborough, interpetando a Leslie, comparte carácter con Emily Watson de Breaking the Waves o Gena Rowlands bajo la dirección de Cassavetes. En la cinta de Morris ella llena la pantalla. La cámara se acerca hasta desmenuzarla y sentirla. Sin miedo de aproximarse demasiado, pero con la compasión suficiente para liberarla y permitirle la redención.

Sin redención, por complaciente que pueda parecer, no hay dignificación. El esquema argumental esboza un itinerario en el que todo adquiere un tono de responsabilidad, comprensión y compasión. Por ello, a pesar del riesgo que conllevan ciertas decisiones de guion se entienden para darle una oportunidad a un personaje central que merece una oportunidad. Independientemente de estas disposiciones del relato, que en su avance escribe no una, sino varias historias de amor, el tratamiento de la imagen y especialmente, la música, componen con brillantez un ejercicio de estilo vieja escuela. Con Angels Keep Falling, escrita por Linda Perry e interpretada por Patty Griffin, todo suena añejo ocupando una presencia que homogeneiza el arte con la vida y el milagro de la vida se vuelve inspiración. La única huida es hacia delante cuando el compromiso social mira directamente a lo humano. Entre tanto colapso de la imagen que experimenta con los géneros, Morris sucumbe a la nostalgia.