Viaje a Nara | Trazado surrealista 

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Rosana G. Alonso

Alma mater de SFF. Librepensadora observando las dinámicas sociales y culturales desde una perspectiva feminista que se abre a lxs otrxs

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Con ‘Viaje a Nara’ Naomi Kawase firma una de sus películas más imponentes desde el punto de vista formal, pero también la más enigmática

Si algo caracteriza el trabajo de Naomi Kawase es su extraordinaria imaginería visual y el sorprendente ímpetu que tiene para captar momentos sublimes, en torno a emociones puramente sensoriales. En los primeros fotogramas de Viaje a Nara esto se evidencia sobremanera. Desde su tierra natal, Nara, la realizadora japonesa, no obstante, parece sentirse muy cómoda para centrarse en lo meramente contemplativo, práctica que es muy común en sus ejercicios fílmicos.

Sus tomas iniciales, de hecho, apuntan a rastros fugaces, en señas de identidad que reconocen a su paso la extraordinaria belleza de la naturaleza. Las nubes ocultando el sol, las copas de los árboles tomadas desde arriba. Y de improviso, un rayo de luz que hace mella sobre el tronco de un árbol como si lo atravesara con una espada de fuego. La elocuencia visual de este Viaje a Nara, al menos hasta la mitad del metraje, es sorprendente, cautivadora, hechizante.

Es también considerable el esfuerzo de Kawase por alumbrar, más allá de lo visible, ciertas prácticas conectadas con lo inmaterial, con la fuerza de los procesos naturales que activan mecanismos para ordenar el caos, creando experiencias mágicas, que escapan a la razón. Decidida a dar rienda suelta a estas preocupaciones que se separan de lo lógico, Viaje a Nara se convierte en un viaje interior hacia lo desconocido. Y aquí es cuando a pesar de los seductores recursos estéticos, la película se desata en un artificioso argumento que plantea demasiadas incógnitas irresolubles, lo cual no impide que el espectador siga sumido en su plácida sensación inicial.

Cuando Jeanne (Juliette Binoche) llega a los montes de Nara en busca de la hierba medicinal de la Visión, también está decidida a ordenar su propia vida íntima, que vamos conociendo por medio de indefinidos flashbacks, desde lo argumental. Su encuentro con el taciturno Tomo (Masatoshi Nagase, en su tercera colaboración consecutiva con Kawase) en un principio parece ser la respuesta que estaba buscando a su estado emocional, pero cuando la película avanza, su pasado vuelve a reaparecer y necesita respuestas que acaban por resultar un enigma tanto para los personajes de la película, como para el propio espectador. Desde este punto de vista, Viaje a Nara se alza como una obra de trazado surrealista, de difícil transcripción, pero muy evocadora. Así, decididamente, es el filme de Naomi Kawase más personal de la última década, mostrando sus inquietudes espirituales a expensas de un guion que queda relegado por la imagen. Un itinerario este que esperaría que prosiguiese, pero con un guion más liviano, que fluya junto a lo visual y sonoro.
 

Tráiler de Viaje a Nara | StyleFeelFree Youtube