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Tras la Primera Guerra Mundial el mundo dio la espalda a las primeras vanguardias que en Italia derivaron hacia lo que posteriormente se conoció como Realismo mágico, una expresión que ahora la Fundación Mapfre de Madrid retoma en la exposición ‘Retorno a la belleza’
En 1980 el Centro Pompidou parisino dedicó una retrospectiva a los Realismos fechados entre 1919 y 1939. Con el título Los Realismos entre la revolución y la reacción, esta despejó un periodo en el que las primeras vanguardias —desde la primera Abstracción, pasando por el Cubismo y el Futurismo— fueron relevadas en prácticamente todo el globo por un realismo de nuevo cuño que, como apreció en 1925 el crítico alemán Franz Roh en Nach Expressionismus: Magischer Realismus (Post-expresionismo: Realismo mágico) tenía acusados tintes mágicos, un halo de extrañeza que aunque conectaba con el arte del pasado en temas y técnicas que se sometían a la labor de un artista-artesano, le hacía divergir con él porque soterrado a su plácido aspecto, ocultaba una faz reaccionaria que en algunos casos escondía una inconformidad total con la pose que le servía de arquetipo. De ahí que a partir de entonces la expresión Realismo mágico fuese aceptada para describir el estilo de un periodo ejecutado por unos artistas, muchos de ellos, anteriormente adscritos a las vanguardias, que miraron hacia atrás para dilucidar un futuro que no querían ver tras el desastre que supuso la Primera Guerra Mundial. No querían verlo, pero vistas las obras desde el presente, se aprecian evidentes huellas de lo que estaba sucediendo en la posguerra y lo que vendría después. La calma después de la tormenta era aparente, ya que esperaba silenciosa una nueva tormenta. Por ello, no es de extrañar que estas obras, especialmente las italianas que ahora pueden contemplarse en la exposición Retorno a la belleza. Obras maestras del arte italiano de entreguerras organizada por la Fundación MAPFRE junto al Mart (Museo di Arte Moderna e Contemporanea di Trento Rovereto), resulten enigmáticamente espectrales, extrañas y apesadumbradas en un tiempo que se había estancado, mientras se resistía a la posteridad. Por eso mismo, porque estas creaciones decidieron cargar con la losa del pasado, que les servía de escudo para los embistes del futuro, para abstraerse al mismo tiempo del presente, resultan hoy solemnemente lúcidas de su misma realidad tanto presente como futura.
La comentada muestra parisina que juntó por primera vez a todos los Realistas de entreguerras en un significativo abrazo que implicó no solo a los italianos, alemanes y franceses, sino incluso a la escuela realista americana con figuras de la talla de un Edward Hopper que trascendió una realidad que parecía avanzar hacia la cinematografía, fue un paso importante en la aceptación de un estilo que no tuvo gran acogida en el tercer cuarto del siglo XX, a excepción de su repercusión en la Literatura con escritores como los célebres Miguel Ángel Asturias (Premio Nobel de Literatura en 1967) y Gabriel García Márquez (Premio Nobel de Literatura en 1982). Esto viene a reforzar la idea de que como gran parte de esta corriente se desarrolló en torno a ideas que buscaban un retorno al orden que acabó derivando en un retorno a una belleza de canon clásico, ya que había un desencanto con el futuro tras las pérdidas durante la Primera Guerra Mundial; posteriormente, finalizada la Segunda Guerra Mundial y mirando hacia atrás, hubo cierto recelo a un posicionamiento artístico que surgió en un periodo histórico que acabaría por coronar la cabeza de Europa con el velo negro del Nacional Socialismo ungido por Italia y Alemania, donde este Realismo mágico tuvo el mayor impacto, aunque también los artistas españoles se sumaron a una vuelta al orden que fue significativa en Joaquín Sunyer, Feliu Elias o incluso Picasso, que recorrió todos los estilos, así como el primer Dalí y Miró.
El Nuevo Realismo mágico desde una mirada presente
A día de hoy, en cambio, con nuestros fantasmas propios que han dejado el panorama del arte en un lugar incómodo que no sabe muy bien de tiempos, lugares, estilos y formatos, mientras busca agasajar, si cabe más que nunca, con modos que sabe seguros, al tiempo que el artista discurre en soledad por una jungla de todos y de nadie —nunca había sido tan individualista, cuando por contra, se siente en consonancia con un todo que le arropa, con una colectividad que le sirve de vehículo privado— ;exposiciones como esta, centrada exclusivamente en el Realismo italiano de entreguerras, es significativa para medir la temperatura de un tiempo y espacio que se cierra en torno a su eje fundacional situado en una Italia que mira entre nostálgica e hipocondríaca al Renacimiento del que extraería técnicas y modelos que actualizaría pasándolos por el filtro helado de la muerte, tras la guerra, que congeló el gesto presente en lienzos espectrales que contextualizaron el lugar-instante, paradójicamente, desvinculándose de él.
Concretamente en Italia uno de los máximos exponentes de este nuevo enfoque realista fue Giorgio de Chirico que junto a Carlo Carrà asentó las bases de la pintura metafísica durante la Gran Guerra, un movimiento que fue antecedente directo del Surrealismo y del Nuevo Realismo mágico bautizado como Novecento por la crítica de arte y escritora Margherita Sarfatti en torno a un grupo inicial de artistas (Giorgio De Chirico, Carlo Carrà, Arturo Martini, Mario Sironi, Achille Funi, Anselmo Bucci, Leonardo Dudreville y Piero Marussig) que asumieron el papel de intérpretes de una sociedad que prefería rendir culto a la belleza, a un canon de belleza ideal que fue sobremanera evidente en Felice Casorati, que si bien no formó parte del grupo inicial, sí perteneció a él, ya que este comité fue ampliándose paulatinamente conformando así un conjunto de artistas cuya máxima era ofrendar a la belleza, lo cual implicaba mirar al pasado. Ello era preferible a quedarse sumidos en el dolor de la derrota que supuso la guerra, incluso para los vencedores.
El Arte europeo en los períodos de entreguerras
¿Qué solución encontró el arte europeo del siglo XX a las dos cruentas guerras internacionales, la Primera y la Segunda Guerra Mundial? Veíamos en la exposición Lo nunca visto. De la pintura informalista al fotolibro de postguerra [1945-1965] hace poco más de un año en la Fundación Juan March, como los artistas redimieron el dolor consagrando su obra al dolor mismo, experimentando con este en lienzos que serían heridas de guerra. En cambio tras la Primera Guerra Mundial el arte europeo silenció su sonido ensordecedor con un estilo artístico que eligió poner la mirada en el pasado y en la tradición. En parte porque la contienda que finalizó con un Tratado de Paz que no fue una buena salida para todos, no acabó por cerrar las heridas. Fue un tiempo para mirar hacia otro lado. El arte italiano de esta etapa, el que se desarrolló especialmente en los años veinte y continuó vivo en los años treinta del siglo XX buscó rendir culto al pasado, efectivamente, para sentirse en sintonía con las obras maestras del Quatroccento que les permitían por un lado bajarse del pedestal de artista visionario, para ponerse a ras del suelo, un sitio más apropiado para retratar la cotidianidad desde la sencillez y el rigor. Pero también, por otro lado, había cierta arrogancia en la etiqueta de Novecento, solo aplicable a una colectividad de artistas italianos de la época que mirando a lo Antiguo, parecían enmascarar una segunda intención de sentirse llamados a transformar el mundo en un lugar ordenado, bello y al mismo tiempo aséptico. Un mundo que tendía a una utopía peligrosa, evidente por ejemplo en la obra de Gisberto Ceracchini que en sus escenificaciones de lo que podríamos considerar un simulacro de Arcadia que como sabemos, la realidad política transformó en distopía, había una mirada que entroncaría con el Realismo socialista de la Unión Soviética. Un planteamiento que no fue común a todos los artistas italianos de esta etapa. En el caso de Cagnaccio di San Pietro, cuya obra fue muy crítica con la época que le tocó vivir, lo que le provocó que por ejemplo su trabajo Dopo l’orgia fuese rechazado en la Bienal de Venecia de 1928, su visión ampulosa y dolorosa, que sintonizó con los estratos sociales más desfavorecidos, dejó claramente una perspectiva que se alejaba por completo de lo que podría considerarse un arte de Estado, que no lo fue de todas formas, porque ninguno de estos artistas englobados bajo el epígrafe de Realismo mágico llegaron a ser serviles a una doctrina política. Más bien al contrario, las doctrinas políticas se sirvieron de un sentir que estaba propiciado por un momento histórico con unas circunstancias concretas y reconocibles.
Recorrido por la exposición Retorno a la belleza
El extenso abanico de artistas, alrededor de una treintena, que recoge la Fundación Mapfre en la exposición Retorno a la belleza. Obras maestras del arte italiano de entreguerras, si algo constata es que aunque todos tienen un vínculo que les une y que los engloba en ese Realismo mágico que mencionaba y que se disgrega en diversos géneros que engloban el retrato, el paisaje, la naturaleza muerta o el desnudo, hay diferentes percepciones que los hace autónomos. Unos, críticos con un discurrir político que rechazaban, otros, aparentemente conformes con esa vuelta al orden que auguraba una prosperidad que no habían conocido. Y entre todos ellos una única mujer, Nella Marchesini, con un amplio trabajo a sus espaldas del que solo se recogen dos bodegones en un recorrido que no permite mucho más y que abarca más de un centenar de obras.
Entre todos, el mapa que trazan es muy revelador no solo de un lapso de tiempo, sino incluso de otras tendencias pictóricas que se desarrollarían a partir de la segunda mitad del siglo XX en Norteamérica. En este sentido Antonio Donghi con su placidez crítica, ensimismada en una realidad ficticia y petrificada, fue uno de los artistas más innovadores que marcó el camino para lo mejor del arte Pop , e incluso de la cinematografía independiente estadounidense de mirada esperpéntica de los ochenta. Un pop, de todas formas, envuelto en una candidez que según se mirase no era más que una máscara muy bien escenificada de una realidad envuelta en incógnitas. Puro Realismo mágico. El dolor, aunque silenciado por la belleza, era perceptible. Había como bien examina Leyre Bozal Chamorro en el catálogo editado con motivo de esta muestra una “melancolía no por lo que se ha perdido, sino por lo que parece que no va a poder ser”. Una negativa que acaba convirtiéndose en doctrina de un posible que se esfuma en una realidad inverosímil, tan engañosa como cierta. La vida misma transcurriendo entre el sueño y la indecorosa rutina de un malestar social más visible hoy que ayer. Realismo mágico, sobrenatural. Sin más.
Obra: La fuente, 1930 de © Gisberto Ceracchini en la exposición sobre Realismo mágico en Fundación Mapfre | Foto: © Y.Yu para StyleFeelFree
Obra: Venus dormida, 1924 de © Piero Marussing en la exposición sobre Realismo mágico en Fundación Mapfre | Foto: © Y.Yu para StyleFeelFree
Título: Retorno a la belleza. Obras maestras de arte italiano de entreguerras
Artistas: Pompeo Borra, Anselmo Bucci, Cagnaccio di San Pietro, Massimo Campigli, Carlo Carrà, Felice Casorati, Ugo Celada da Virgilio, Gisberto Ceraccini, Giorgio de Chirico, Filippo de Pisis, Antonio Donghi, Leonardo Dudreville, Ferruccio Ferrazzi, Achille Funi, Virgilio Guidi, Gian Emilio Malerba, Nella Marchesini, Marino Marini, Arturo Martini, Piero Marussig, Giorgio Morandi, Ubaldo Oppi, Alberto Salietti, Alberto Savinio, Gino Severini, Mario Sironi, Mario Tozzi, Gianfilippo Usellini, Adolfo Wildt, Gigliotti Zanini
Comisariado: Daniela Ferrari (conservadora del Mart, Museo di Arte Moderna e Contemporanea di Trento Rovereto) y Beatrice Avanzi (conservadora del Musée d’Orsay)
Lugar: Fundación Mapfre – Paseo de Recoletos 23, Madrid
Fechas: 25 de febrero de 2017 – 4 de junio de 2017
Horario: Lunes de 14:00 a 20:00 horas / De martes a sábado de 10:00 a 20:00 horas / Domingos y festivos de 11:00 a 19:00 horas (último acceso: 30 minutos antes del cierre)
Otras actividades: Programas de actividades para grupos educativos, visitas-taller para públicos escolar y público familiar (consulta días y horas en la Fundación)
Catálogo: en español e italiano con artículos de Daniela Ferrari, Beatrice Avanzi, Pablo Jiménez Burillo (director de Cultura de Fundación Mapfre) y Leyre Bozal (conservadora de Colecciones de Fundación Mapfre)
Entrada: 3€