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Análisis de la Feria de Arte Estampa, un dispositivo que se aproxima al modelo de Arco, buscando atraer al coleccionista con el programa ‘Colecciona’
La Feria de Arte Estampa ha concluido su 22 edición en Matadero Madrid. Si el mes pasado asistía al encuentro de la Feria de Arte Summa, en la misma localización, con la sensación de que si esta feria joven centró todo el esfuerzo por ofrecer una línea expositiva coherente, no pudo evitar las voces disconformes que señalaban que los intentos por auspiciar las ventas no resultaron suficientes, la impresión que he tenido paseando por Estampa es que, distanciado de Summa, y acercándose más al modelo misceláneo de ARCO, a simple vista, no resultaba especialmente atractivo. Aún así, había un claro incentivo pensado para atraer a un futuro coleccionista a partir del programa Colecciona. Una iniciativa sobre la que aparentemente giró esta última edición y que estaba pensado, a grandes rasgos, para acercar al público a la compra de arte contemporáneo. Aunque la idea en principio podría resultar interesante habría que analizar si sólo se trata de un señuelo no tanto para dinamizar el sector, sino para favorecer las únicas políticas en el estado español, que parecen resultar viables y rentables, las pedagógicas.
En Estampa la amalgama atribuida a los modelos de ferias grandilocuentes era una realidad conformada por un poco de todo, desde artistas noveles a grandes nombres del arte y otros consagrados, un espacio para el dibujo que respondía al programa Drawing Up Estampa, otro reducido espacio dedicado a un país invitado, en este caso México, una ubicación poco visible para la promoción de revistas y libros y un espacio más sugestivo para el homenaje al Grupo 15, un centro artístico madrileño que trabajó, durante los años 70 hasta mediados de los 80, en la elaboración y promoción de obra gráfica. Un modelo de feria a simple vista similar a Arco con la diferencia de que aquí el espacio expositivo es demasiado pequeño para tan variada propuesta que por otra parte, ha desatendido lo audiovisual. Me pregunto si no sería más acertado haberse ceñido a fórmulas más cerradas y específicas, con recorridos más diáfanos y sugestivos en torno a una idea conjunta que sin obviar el formato feria se nutra, para compensar la falta de espacio, de conceptos que atraigan a los compradores, incluso aún más, teniendo en cuenta que se pretende apostar por la pedagogía para animar a posibles nuevos coleccionistas. Al menos sería un paseo más atrayente para el visitante o comprador. Y a pesar de esta apariencia de mercadillo del arte, basado fundamentalmente en acoger a galerías nacionales, disfruté de algún hallazgo sorprendente.
De esta edición y partiendo de la pequeña representación de México como país invitado abordando la idea de la deconstrucción del paisaje, un tema que me parece acertado en el contexto contemporáneo y que desde StyleFeelFree ya anticipaba a raíz de la última edición de ARCO 2014, rescataría la obra de los mexicanos Alfredo de Stefano y Pablo López Luz. Siguiendo en un línea acorde a esta, pero con técnicas más complejas destacaría la obra de Gustavo Díaz Sosa (Cuba, 1983) representado por la Galería Mikel Armendia y Santiado Giralda (Madrid, 1980) desde la galería Moisés Pérez de Albéniz.
Habrá que esperar a la próxima edición de ARCO para analizar con más alcance qué aspectos de lo artístico relatan mejor el mundo contemporáneo en el que vivimos sin abstraerse de lo individual