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Componiendo un lienzo coral que lucha contra la desmemoria ‘El Cine, 5’, de Elisa Cepedal, es también un ejercicio brillante que reflexiona sobre lo que hemos perdido en el camino
Hubo un tiempo en el que los habitantes de Barredos, una localidad minera de Laviana (Asturias), iban todos a una. Hubo un tiempo en el que, si algo iba mal, se solidarizaban los unos con los otros y salían adelante. Eran los últimos años de la dictadura española, entre finales de los sesenta y principios de los setenta. Cuando un minero moría salían en unísono a la calle. Como homenaje al difunto, pero también como protesta por la falta de medidas de seguridad que había en los pozos. Trabajar en la mina, para sustentar a una familia, suponía firmar una sentencia de muerte probable. Y en ese tiempo en el que había mucha represión en todo el Estado español, la guardia civil no podía hacer nada más que vigilar las concentraciones multitudinarias y solidarias que suponían los entierros de los mineros. Ese día nadie trabajaba en la mina. No porque así lo decretase algún estatuto de los trabajadores, sino porque el pueblo estaba unido.
Elisa Cepedal, que estrena El Cine, 5 en la sección oficial del FICX, recoge todos estos gestos de solidaridad. Rescatando el archivo de su abuelo Corsino García Alonso, la cineasta asturiana, criada en la propia localidad de Barredos, hace así una reflexión de doble sentido. Mira al pasado para convocar al presente. Y, entre medias, trata de comprender qué sucedió entre estos dos espacios temporales. Es un acto que invoca a la memoria pretérita en un ejercicio desprovisto de nostalgia, pero repleto de afectividad. En apariencia simple, por la sobriedad y dilación de una cámara que se mueve parsimoniosa, el filme es complejo en su análisis que contrapone dos tiempos que dibujan una localidad que ha cambiado. Si bien, a pesar de todo, sigue conservando cierta identidad diluida por las circunstancias. La desindustrialización no solo fue minando la conciencia de clase, igualmente, fue dejando esqueléticas las localidades que habían surgido alrededor de la industria.
Configurando con esta película lo que supone ser un tríptico sobre el carbón tras El trabajo o a quién pertenece el mundo, Cepedal traza una suerte de génesis del movimiento obrero aclamando su empuje y componiendo una fotografía de fotografías. En lo que, a todas luces, es un homenaje a su abuelo, fotógrafo local y minero, concentra nuevamente al pueblo para ponerles rostro a todos los protagonistas que, de otro modo, permanecerían anónimos. Por eso, el filme tiene también naturaleza performática. Se manifiesta cuando las personas dan testimonio de las gentes con un “esi ye” (ese es) repleto de sentido. La cineasta de las cuencas mineras clasifica las fotografías de su abuelo, hace una selección y las muestra a algunos vecinos para que identifiquen a los que participan de las instantáneas. Ella está presente y su voz, que sobresale lo necesario para dejar constancia del encuentro íntimo, se perfila como conductora de una historia que va abriendo cauces sin sentimentalismos añadidos a pesar de la intervención. Esta luz dura, directa por la perspectiva y cálida por la voz, es lo que hace tan certero el metraje. No hay retórica, solo el hecho necesariamente mediado para construir puentes de diálogo. Entre el pasado, el presente y un tiempo suspendido que, necesariamente, debería explicar el trasvase de un modo de vida a otro.
Ensayo de lo que fue y de lo que queda, El Cine, 5 llega para confeccionar un relato extraviado que reflexiona sobre una historiografía asturiana por dilucidar y exponer. Asumiendo una conciencia de clase que analiza, tiene el cariz del legado de Chris Killip quien realizó un repertorio fecundo que retrató a las clases obreras del norte de Inglaterra en un extenso periodo que abarca casi cuatro décadas, desde finales de los sesenta hasta 2004. Por lo mismo, el interés de Cepedal por la sencillez, la cotidianidad y la búsqueda de la identidad remite a T. S. Eliot quien admitió que lo cultural es aquello que nos insta a tener valores. El Cine, 5 parece tener el propósito de sacudirnos para que reflexionemos sobre la importancia de recuperar la solidaridad en un tiempo en el que el individualismo y la mezquindad que nos coloca frente a frente, en lugar de al lado, es también un acto de servilismo al poder.