Rosana G. Alonso

Aunque no puede evitar cierta candidez ‘Scarlet’ , de Pietro Marcello, funciona extraordinariamente bien como fábula que busca hacer justicia y ponderar el amor como fuerza vital

Scarlet | Película | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película Scarlet | StyleFeelFree. SFF magazine

Adaptación libre de la novela Scarlet Sails, del escritor soviético Alexander Grin, con Scarlet Pietro Marcello parece querer saldar su cuenta pendiente con los personajes femeninos. No obstante, aunque el título tenga impronta femenina la relevancia que tiene Raphaël Thierry, interpretando al padre de Scarlet, es notoria. A través de este personaje el cineasta italiano ahonda en la paternidad, un tema decisivo en una cinta que desvela muchos otros. Entre estos, destaca la reivindicación de la artesanía que recupera el legado de William Morris como promotor del movimiento Arts and Crafts. También la condición de la mujer en una sociedad patriarcal que la somete a un destino fatal que, al menos, Marcello busca superar. Para ello, subvierte el relato de la novela original dándole forma para que la carga dramática tenga mayor peso. De esta manera, puede incidir, más agudamente, en un patriarcado que enfrenta a su demoledor estamento.

Planteada como una fábula que se descubre en el desenlace, el filme se despliega inagotable hasta que, según los acontecimientos se arremolinan, el romance florece. En ese momento Juliette Jouan emerge con fuerza arrolladora que la coloca como heroína del amor, según su libido apremia. Así es como se entiende un feminismo cinematográfico, ciertamente edulcorado, que bombardea con el mismo mensaje una y otra vez. Los personajes femeninos han pasado de ser meros consortes u objetos, a tener la responsabilidad de toda la acción. Han pasado de esperar sentados, a tomar la iniciativa en todo momento. Y como esas son las nuevas reglas del juego, no hay mucho más que hacer. Tampoco hay sorpresas. Sabemos de antemano cómo se va a desarrollar la acción en ciertas películas que buscan encontrar producción avalada por el consenso de lo políticamente correcto, sin pretender la naturalidad de la vida haciéndose con sus contrastes intrínsecos.

Y también sabemos que ahora los personajes masculinos cultivados son los que tienen que esperar. De esta forma, pasamos fácilmente de un estereotipo a otro. No obstante, Scarlet se libra de este juicio por su tono de fábula que justifica cada decisión argumental y estilística. De arrolladora belleza y delicada factura, con ella Pietro Marcello firma su obra más equilibrada en los roles y en la puesta en escena. Con producción mayoritariamente francesa el salto de Martin Eden a esta es obvio. El sello francés se nota en todo momento. No solo por el elenco que compone la película en la que destacaría por encima de Raphaël Thiéry y Juliette Jouan la férrea voluptuosidad de Noémie Lvovsky y el carácter extraordinariamente anómalo que otorga Yolande Moreau a todo lo que toca. En el otro lado de la balanza está la candidez que no puede evitar cierta cinematografía francesa cuando se enfrenta al amor, su talón de Aquiles.
 

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