Rosana G. Alonso
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Ya sea la familia, el patriarcado o las barreras físicas que nos limitan ‘The Innocents’, de Eskil Vogt, más que un filme de terror es una deslumbrante cinta sobre el temor que ansía romper todos los moldes que nos someten

The Innocents | StyleFeelFree. SFF magazine
Imagen de la película The Innocents | StyleFeelFree. SFF magazine

Más conocido por sus colaboraciones con Joachim Trier en los guiones de todas sus películas que por su audaz y todavía incipiente obra personal, Eskil Vogt, ya con Blind, mostró que le interesa ahondar en la adversidad. Allí donde habita el miedo, la inseguridad ante lo desconocido, está Vogt. Por eso no es extraño que acabara sucumbiendo a una historia de terror punzante y gélida a través de la que explorar la mente infantil. Un lugar en el que las inseguridades están a flor de piel cuando la mente es un hervidero en el que todo se magnifica. En este contexto, el elenco de niños protagonistas hace un trabajo formidable que desmonta todos los estereotipos asociados a la infancia. La candidez se mide con la perversidad cuando la moral no está formada, cuando la empatía es aún algo que no se ha desarrollado.

The Innocents es un cuento terrorífico pero también una narración muy realista sobre un mundo en el que el mal no está siempre donde imaginamos. Lo fácil que es sucumbir ante su poder, que se advierte como un juego demasiado estimulante en un terreno en el que la moral está en construcción, es latente. Está en el bullyng escolar muy duramente retratado en Playground de Laura Wandel. Y está en el planteamiento de que todo forma parte de una travesura sin límites. No obstante, el mal, aparentemente categórico, en la crueldad de uno de los niños protagonistas, pronto se advierte como una consecuencia de algo más profundo. La cinta noruega evita trazar conclusiones dejando muchos rastros por analizar y centrándose en lo atmosférico. Sin embargo, en su transfondo es inevitable ver reflejadas las secuelas del racismo, la disfuncionalidad familiar y la supervivencia en una sociedad estratificada.

En todo esto sobrevuela la cinta Los chicos del maíz de Fritz Kiersch aunque es más probable que la primera película en la que pensemos sea la homónima de Jack Clayton. Se aleja tanto de una como de otra por una sencilla razón. La mirada contemporánea de Vogt está en su elección de los personajes infantiles y el desarrollo de la acción. No parece nada casual que la que tenga que hacer justicia para salvar lo que se antoja como un mundo a punto de eclosionar sea una niña. La dialéctica de los géneros y toda su violencia asociada se refleja como una parábola turbia de desafiante diagnóstico. Solo por las lecturas que genera The Innocents ya merece la pena verla y luego, discutirla. Asombrosamente trazada desde el punto de vista estético, ofrece mucho más de lo que apreciamos en la superficie.
 

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