Rosana G. Alonso
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Buscando la liviandad, en medio del caos, en ‘Costa Brava, Líbano’ Mounia Akl cuestiona la verdad a través de un inesperado juego de intrigas

Costa Brava, Líbano | StyleFeelFree
Imagen de la película Costa Brava, Líbano | StyleFeelFree

Es evidente que cuando el estado de las cosas está bien, las personas tienden a parecer honestas y cordiales. Pero cuando los conflictos surgen, con ellos asoman otros que descubren intenciones ocultas y realidades soterradas que muestran la cara B de todo proyecto. Sea familiar, laboral o social. Sobre estos puntales, la ópera prima de Mounia Akl, Costa Brava, Líbano, teje redes en torno a cómo la mujer puede vivir en una distopía heteropatriarcal sin percatarse de ello. Para ello, recurre a una atmósfera cenagosa que no percibimos hasta que la cinta llega a su climax. Como en Canino de Yorgos Lanthimos la casa familiar, tan aparentemente idílica, podría ser en realidad una cárcel. Sin embargo, mientras el exterior no llame a la puerta, todo está en orden. Muy lejos de la aspiración del cineasta griego la libanesa es más sutil en las pistas y los simbolismos.

Con un guion realizado junto a Clara Roquet que sorprendía en Libertad con una escritura diáfana y profunda, lo más interesante son las segundas lecturas. Estas emergen desde las concavidades del relato para apuntar, calladamente, a las estructuras familiares que imposibilitan la autodeterminación. Para ello, Akl se nutre de intrigas que poco a poco se desvelan. Le interesa más el símbolo que se manifiesta ya magnánimo en la primera escena cuando una estatua del presidente del Líbano usurpa el terreno colindante a la propiedad familiar. Parece un claro homenaje a la primera secuencia de La Dolce Vita de Fellini. Aún así, hay algo más. Aquí, la figura vertical y categórica que se erige en mitad de la nada representa un acto de propaganda que hace un paralelismo con la propia estructura narrativa. Si el vertedero que se presenta como verde no es tal, quizás la familia perfecta tampoco lo es.

Cuestionándose a cerca de la verdad Costa Brava, Líbano indaga muchas posibles tesis que buscan enfrentar distintos mitos para aislar a su protagonista masculino. Tampoco hay castigo para él. En cambio, pretende someterle al dilema que se le presenta cuando su esposa (Nadine Labaki) y su hija dejan de pertenecerle. Con este cometido, algunas escenas pueden resultar un tanto violentadas, sucediéndose estrepitosamente para conseguir un resultado que posiblemente no fuese el esperado. A pesar de ello, la complejidad de esta historia persigue cierta liviandad según se acerca a un final que lejos de estrellarse, vislumbra una revelación. También para el espectador. Detrás de cada drama inesperado y a través del caos, la vida ordena escribiendo una sinfonía que tiende al equilibrio. Precisamente, la música de Nathan Larson ocupa un destacado lugar para preparar un desenlace que cuestiona los cimientos de un Estado cacofónico al borde siempre de la revolución.
 

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