Rosana G. Alonso
Últimas entradas de Rosana G. Alonso (ver todo)

Con una composición que atiende al conjunto, ‘Alcarràs’, de Carla Simón, refleja de qué forma se ha devaluado la agricultura tradicional hasta hacerla desaparecer

Alcarràs | StyleFeelFree
Imagen de la película Alcarràs | StyleFeelFree

El abuelo calla y observa la escena abstraído. Los niños juegan y no se dan cuenta del drama que se avecina. Los adolescentes empiezan a comprender, pero no son conscientes de la magnitud de lo que se les viene encima. Los adultos sí, cargan sobre sus hombros el peso de la responsabilidad y de la unidad familiar. Alcarràs es excepcional por muchos motivos, pero si algo destaca de forma prominente es su composición que atiende a una miscelánea de ángulos. Desde los más pequeños a la generación más anciana, que recuerda y calla, todos construyen un itinerario de vida conectado a la tierra. La última película de Carla Simón es un extraordinario homenaje a los pequeños agricultores y sus familias, un canto coral que escucha al conjunto y se deleita en espléndidos paisajes y pasajes que buscan poner de relieve formas de vida en peligro de extinción.

En Alcarràs, una pequeña localidad catalana, atendemos a la destrucción de un mundo, de unas tradiciones que están ligadas a valores familiares. El reciente Oso de Oro de Berlín es un diario de vida y muerte que explica qué significa pertenecer a una tierra y tener que abandonarla. También, lo que implica formar parte de una gran familia en la que primos, hermanos, tíos y padres trabajan con un propósito común. Dejar a las nuevas generaciones el legado y amor a la tierra que más que su sustento, es lo que les define. Para ello, la catalana ha contado con actores naturales de la comarca. El resultado es una ficción de apariencia documental en la que nada parece impostado. Todo está naturalizado aunque hay una premeditación en cada escena que busca hacer anotaciones en los márgenes que esclarecen la historia. Es, precisamente, en las miradas subterráneas, donde el filme brilla.

La película refleja también de qué forma se ha devaluado la agricultura tradicional. En este sentido, es una cinta denuncia. Tiene el ímpetu de Los lunes al sol, de Fernando León de Aranoa, aderezado con una mirada femenina que se posa en los recovecos emocionales. Allí donde hay algo que no acaba de mostrarse, que no acaba de entenderse, está la cámara mirando. Ya sea enmarcando los pies de un chaval bailando en la discoteca al ritmo de beats frenéticos, ya sea atendiendo a los secretos de una tierra que custodia el relato. Hay componentes mágicos que perfila una luz solar que todo lo ilumina. Pero por debajo está el sufrimiento de una tierra asolada por la devastación que anticipa una modernidad acaparadora que solo atiende al beneficio y la especulación.
 

Consulta los ESTRENOS DE LA CARTELERA DE CINE DEL 2022 con valoraciones de películas