Rosana G. Alonso
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Cavando túneles subterráneos que edifican la historia, Jonas Carpigniano en ‘Para Chiara’ cierra de forma magistral un tríptico sobre Gioia Tauro, al sur de Italia

Para Chiara | StyleFeelFree
Imagen de la película Para Chiara | StyleFeelFree

Con Para Chiara Jonas Carpignano finaliza un tríptico que tiene lugar en Gioia Tauro, localidad de Regio de Calabria. Situada al sur de Italia, en Gioia Tauro conviven inmigrantes africanos con gitanos y personas involucradas en la economía sumergida que crea la mafia. Todos ellos comparten un mismo estrato social aparentemente distanciado por sus vínculos más cercanos. Por eso, en conjunto, escriben un relato que habla de la precariedad, el estigma y la supervivencia. Y por encima de todo esto, de la familia como columna vertebral que sostiene al individuo, sacudiéndole continuamente para que desarrolle la resiliencia necesaria para el sacrificio. Todos son mártires, en cierta forma, avocados a una vida trágica. Y a pesar de ello, tienen una dignidad a prueba de todo. Son sujetos sociales desarraigados y llamados a escribir la historia de nuestro tiempo, una historia sobre el neoliberalismo que nos estratifica por lo que tenemos.

En todos los largometrajes que componen este tríptico Carpignano ha confiado en clanes familiares que dotan a su metraje de una humanidad y sinceridad aplastante. No son, evidentemente, actores profesionales. Pero está claro que el realizador se ha ganado su confianza para que pudieran escenificar estos relatos de subsistencia. Tan conmovedores que la implicación del espectador es inmediata. El primero de estos retratos, Mediterranea, dibuja, contornea, la historia de Ayiva. Él es un africano de Burkina Faso que emprende un viaje por el desierto, lleno de peligros, hasta Italia. Espera encontrar una vida mejor pero tendrá que hacerle frente a la peor de las violencias. Aquí ya aparece el que será el protagonista de A Ciambra, su segunda película. Un extraordinario coming of age en el que conocemos la historia de Pio Amato. Un adolescente gitano queriendo asumir más responsabilidades de las que le corresponden por su edad.

Ahora le toca el turno a Chiara en la película que lleva su nombre. Y se agradece que en esta última pieza, que cierra un tríptico cernido sobre un territorio concreto, tenga como principal un personaje femenino tan carismático, para darle otra perspectiva a la mafia italiana. No hay pistolas, ni ametralladoras, ni siquiera violencia. Pero la protagonista, Ciara, tampoco responde a patrones de género con su presencia desafiante. Carpigniano no quiere objetualizarla sino retratarla desde su posición real, la que sombrea su contexto matizándolo. Es este un relato que construye una identidad familiar y que une, en un poderoso lazo, al resto de películas que componen este paisaje humano. Hay una conexión entre los personajes de las tres películas. Por eso es necesario que concurran todos en una cinta que cierra con un broche de oro un estudio de lo local que da sentido a la idea de universal.

En Para Chiara atendemos al pulso entre un padre y una hija lleno de momentos estelares y magnánimos calibrados por una ficción que cava túneles subterráneos para edificar la historia. Con ella, el cineasta italoamericano logra poner en jaque, como era necesario, a Gomorra. Esta es más contemporánea en todos los sentidos. Aunque la cinta de Matteo Garrone sigue eclipsando a los públicos, ha envejecido con el poso de sus masculinidades tóxicas. Por el contrario, la voz de Chiara resuena poderosa y perfecta para escribir el momento presente en un lugar que sirve de símbolo de un tiempo. En él, las relaciones crean una emboscada ciega que explica el mundo que habitamos. Un espacio en el que los personajes son autores de su propia obra, a pesar de la influencia que ejerce sobre ellos su entorno. Para ello, se establece un diálogo entre música y cámara, entre personajes y acción.
 

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