Guillermo A. Búrdalo
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En ‘Destino a Brighton’ el cineasta británico Chris Green nos muestra un viaje por carretera hacia la madurez y el autodescubrimiento

Destino a Brighton | StyleFeelFree
Imagen de la película Destino a Brighton | StyleFeelFree

Chris Green, en su tercera película, Destino a Brighton, procura hablarnos de una manera sencilla y humana acerca de la juventud. Con la campiña inglesa como fondo durante gran parte del largometraje, el cineasta muestra un país que no ha cambiado tanto con los años. A través de estos exteriores, que los protagonistas recorren en sus motocicletas, el británico narra un cuento sobre una época que ya terminó. Así, este se permite la libertad de hacer hincapié en dos temas que se encuentran a lo largo del filme. Por un lado, la nostalgia; y por el otro, la amistad, que a su vez, va de la mano de la madurez emocional del protagonista.

El director, en Brighton, recurre al uso de paralelismos para situarnos en la actualidad y como esta es afectada por el pasado. A través de la nostalgia se permite contar la historia del movimiento Mod, subcultura inglesa que alcanzó su punto álgido a mediados de los sesenta. Aunque aquí los hechos que conciernen al padre se ubican a finales de los ochenta, el movimiento seguía vivo aunque se acercaba a su final. Sigue el ejemplo de Shane Meadows en 2006, con This is England, que narraba sus propias experiencias con otro movimiento de la época, el de los skinheads. Pero Meadows situaba la acción en los ochenta y hablaba de las ramificaciones del movimiento, llegando a ser adoptado por organizaciones asociadas al nacionalismo blanco. Mientras tanto Green, en su película, procura dejar de lado la parte sobre lo que ocurrió con el movimiento, centrándose en el presente.

El realizador, a través de los personajes principales, John y Nicki, nos muestra el mencionado movimiento Mod. De tal forma, usa la nostalgia, pero una falsa nostalgia, ya que ellos no lo han vivido, como sí hicieron sus padres. Es la unión entre ambos la que da fuerza a la película de Green. Mientras que John traslada las cenizas de su padre, Nicki le acompaña, siendo libre. Sin embargo, John no consigue encontrarse, rechazando ser un Mod. A medida que avanzan en su viaje hacia Brighton, el protagonista muestra signos de cambio, dejándose llevar por Nicki hacia una mayor libertad. Green ofrece una película que se rige más por sus personajes que por su trama. En ellos encontramos el valor y fondo de esta.

En Destino a Brighton Green ofrece un canto a la juventud y la nostalgia. Nos encontramos en una época en la que los jóvenes beben del recuerdo como si hubieran vivido esos tiempos. El creativo da las razones por las que algunos piensan que tiempos pasados fueron mejores, haciendo uso de música y figuras culturales como Paul Weller. De esta manera, establece una correspondencia con Quadrophenia, de Franc Roddam, donde se relata el conflicto de Mods contra Rockers, sin sumergirse en lo que significó. Por lo demás, cuenta con la interpretación de Sacha Parkinson, Nicki, que se desenvuelve realmente bien frente a sus compañeros de reparto dándole vida a su personaje. Como resultado, el realizador, a través de una trama sincera, ahonda en la madurez del protagonista. El resultado es un largometraje que, aunque no se arriesga a explicar todo lo que aborda, sí funciona en sus dos vertientes: cómica y dramática.
 

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