Rosana G. Alonso
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El cineasta indio Rahat Mahajan, en ‘The Cloud Messenger’, fusiona distintas tradiciones indias para componer un cuento romántico que enfrenta los retos del audiovisual contemporáneo

The Cloud Messenge | StyleFeelFree
Imagen de la película The Cloud Messenge | StyleFeelFree

Igual que ocurre en ¿Qué vemos cuando miramos al cielo?, de Alexandre Koberize, los protagonistas de la película india The Cloud Messenger, que estos días compite en la sección Tiger del IFFR 2022, están sometidos a una maldición. Son dos jóvenes que se encuentran en un internado en las montañas del Himalaya. Él, de nombre Jaivardhana, más conocido como JV, es un adolescente que no acaba de encajar bien la dura disciplina de la escuela. Pero cuando posa sus ojos sobre Tarini, otra estudiante recién llegada, su perspectiva del mundo cambia para siempre. Puesto que reconoce en ella un igual, alguien por quien siente un amor puro. Como si la conociera desde siempre. Y así es.

Desde el principio, el guion no oculta los cabos que sustentan el relato. Es diáfano como un cuento infantil. En la apertura de esta cinta una actriz de Nangiar koothu nos cuenta una historia que nos lleva al presente. Sabemos entonces que en realidad los dos adolescentes se conocen desde tiempo inmemorial. Proceden de la dinastía del sol y han sido eternos amantes que, debido a la fuerza de su amor, se han reencarnado en yakshas del dios Kuber. Si ahora son humanos es porque sobre ellos pesa un castigo en el que está involucrado el rey Dashananan que se ha enamorado de Tarini. Todo un enredo que no tiene desperdicio. Y con enseñanzas de cariz espiritual que nos dan lecciones de vida. Ópera prima de Rahat Mahajan, fusiona lo local con lo universal para lograr una suerte de tejedura que recupera expresiones narrativas del sur de la India.

Combinando fantasía, narración popular y elementos de una realidad, aunque sobrerrepresentada, The Cloud Messenger responde, por otra parte, a los nuevos modos del audiovisual. Para ello recurre a formas alegóricas que orientan e intervienen mientras se ofrece un espectáculo al público que deja de sentir la presencia de la pantalla. Con la sensación de estar presenciando una función teatral al aire libre —curioso además por el guiño final al metateatro— es difícil no dejarse atrapar. Por una historia romántica llena de mensajes. Por una fábula que tiene mucho trasfondo y que conecta con rituales ancestrales que miran a las artes performativas clásicas indias. Desde el Kathakali, al Theyyam, pasando por el Kutiyattam se ofrece una inmersión en una cultura milenaria. Guiándonos por un país que aunque pueda resultar demasiado exótico, pervive en el día a día. Al menos, en los días previos a sus festividades más célebres como el Diwali.