Mariale Morales
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En ‘La tierra de los hijos’, de Claudio Cupellini, un joven inicia un viaje en un mundo hostil en búsqueda de respuestas

La tierra de los hijos | StyleFeelFree
Imagen de la película La tierra de los hijos | StyleFeelFree

Las películas sobre el fin del mundo son muchas. Desde un apocalipsis zombie hasta un holocausto nuclear, todas pretenden analizar quiénes somos, hacia dónde vamos y cuál es nuestro propósito en la vida. Eso es exactamente lo que nos presenta Claudio Cupellini en La tierra de los hijos, una genial adaptación de la novela gráfica de Gipi. Es posible que la historia pueda ser considerada “convencional” para este género. Pero lo que hace diferente a este relato, es lo que cuestiona. Esto es, ¿Cómo se cría a un hijo cuando se ha acabado la humanidad y se ha perdido todo? De igual manera se pregunta si el cariño, el amor o el afecto, tienen valor en un mundo en el que lo más importante es sobrevivir.

La civilización ha llegado a su fin. Los motivos no los conocemos, pero el apocalipsis ha acabado con la mayoría de la población mundial y la tierra ya no es fértil. Un padre y su hijo se encuentran entre los sobrevivientes. El padre ha criado al chico como si fuera un animal salvaje porque piensa que esa es la única manera de sobrevivir. No obstante, el hijo es curioso, y en las noches espía a su progenitor escribiendo en un cuaderno. El hombre trata al muchacho con desdén y lo maltrata cada vez que se da cuenta que lo ha estado observando. Cuando el padre muere, el joven decide empezar un viaje hacia un mundo que no conoce y le es hostil. A pesar del miedo y el hambre, se encuentra motivado por el deseo de encontrar a una persona que le pueda leer el diario de su padre.

Cupellini nos presenta un universo en el que la catástrofe ha ocurrido hace un tiempo. Estamos en un mundo oscuro y sucio, donde la violencia impregna toda la historia. Eso lo vemos, desde el primer minuto, al ver al hijo en una dura pelea a muerte con un perro hambriento. Esa pelea hace alusión a “el hombre es el lobo del hombre”, metáfora que se desarrolla durante toda la película. Su viaje está lleno de peligros, asesinatos y obstáculos que tiene que sobrellevar para poder sobrevivir. El muchacho es tosco y duro. Así lo observamos cuando muere su padre. Su frialdad e indiferencia son la clave. No obstante, está inquieto por saber lo que dice el diario de su progenitor. No le interesa tanto el pasado, sino algo muy típico de un hijo, quiere saber lo que su padre pensaba de él.

A pesar de la oscuridad, La tierra de los hijos es un relato en búsqueda de la esperanza. Eso se ve reflejado en la bruja, una mujer que no ha perdido su humanidad ni su memoria a pesar de su ceguera. También se manifiesta en María, una muchacha víctima del cruel mundo donde vive, pero que tiene una luz interior que atrapa al hijo. Sin embargo, es con el personaje más violento de todos, el verdugo, donde encontramos un nuevo camino. Es un hombre que ha cometido tantas atrocidades que no puede perdonarse a sí mismo y ve en el joven la posibilidad de recuperar su humanidad. Es por eso que en pocos minutos le enseña al hijo a creer en el cariño y el amor, a no rendirse y finalmente que no es imposible imaginar un futuro mejor.
 

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