Rosana G. Alonso
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Adaptación de una novela ‘La historia de mi mujer’ de Ildikó Enyedi no puede evitar caer en el tópico que evita continuamente

La historia de mi mujer | StyleFeelFree
Imagen de la película La historia de mi mujer | StyleFeelFree

Tras la sorprendente En cuerpo y alma la húngara Ildikó Enyedi deja la escritura aparte y se embarca en una historia ajena. En ella, Léa Seydoux es una «Marion Cotillard» ultrafemenina y misteriosa que acaba por trastocar la anodina vida del capitán de un barco. Junto a Gijs Naber, que deambula como un zombie incapaz de sentirse a salvo en tierra, conforma una pareja que tampoco es atípica. Un matrimonio que empieza a pinchar sin aparente razón. Los ecos a otras cintas como Blue Valentine, de Derek Cianfrance, aderezada con Celos de Vicente Aranda, son evidentes. Por eso, los románticos enfermizos, amantes de las epopeyas de pareja turbias, es muy probable que la disfruten.

No obstante, inspirada en una novela, las tres horas de duración de La historia de mi mujer se hacen largas aunque haya muchos elementos estimulantes. Es normal que las películas basadas en libros se dilaten si quieren captar una atmósfera integradora. Sin embargo, en esta ocasión, la estructura clásica no encuentra el acomodo en una cinta que aturde al espectador continuamente. Como si viajáramos en un barco, la tormentosa relación entre Jakob y Lizzy puede llegar a ser agotadora tras el peso enorme que tiene Gijs Naber. A su lado, Léa Seydoux está desdibujada. Y aunque esta estrategia podría ser el ancla de la narración, no acaba de sustentarse cuando solo podemos contemplar un punto de vista narrativo. Al no tener toda la información para ver a los personajes, tenemos que soportar el desasosiego de una figura masculina principal que apenas avanza, empieza a retroceder.

Podría ser, sin duda, interesante este juego de manipulación. Pero a pesar de que el filme está construido desde una sensorialidad que rellena espacios, no logra transmitir mucho. En un siglo XXI en el que esperamos malabarismos visuales entre géneros, nada consigue levantar un relato anticuado que si no convence es porque la historia base, por mucho que se retuerza, no es suficientemente inspiradora. Ildikó Enyedi es una autora excepcional y aunque su intención era deconstruir el concepto de Milán Füst no logra transformarla. Con todo, la idea de dividir la película en siete capítulos aligera bastante una cinta que se escurre tanto como su personaje femenino. Por eso, esperamos volver a ver pronto a una Enyedi que se crece en la escritura de guiones que se salen de lo normal, que empujan a plantearnos nuestra existencia evitando el tópico social. Aunque aquí se evita el tópico apenas puede esquivarlo.
 

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