Laura Moquete

El Museo Reina Sofía ofrece una nueva lectura del arte en la posguerra española al enfrentar el aislamiento interno a un exilio que se puede leer por sí mismo y en clave de presente

Arte en la posguerra española. Reordenación de la Colección Museo Reina Sofía | StyleFeelFree
Vista de sala. En el centro, Maniquí, de Ángel Ferrant | Arte en la posguerra española. Capítulo 3 de la reordenación del MNCARS | Foto: Archivo fotográfico del Museo Reina Sofía | StyleFeelFree

La reordenación de la Colección del Museo Reina Sofía y, con ello, la reinterpretación de sus fondos, llega a su ecuador. El tercer episodio del ciclo, Pensamiento Perdido: Autarquía y Exilio, ofrece un análisis de la producción española a partir de 1939 y hasta 1964. Esta vez, el Museo ha querido ofrecer a sus visitantes una lectura novedosa, separando la producción. Por un lado, la autarquía. Todas estas obras, completamente aisladas en la cuarta planta del Museo, a la izquierda, simbolizando la posición internacional de España en ese momento. Por otro lado, el exilio, leyéndolo en clave de presente, pero teniendo en cuenta su contexto. Desde el punto de vista histórico, con la Segunda Guerra Mundial o, al final, con la Guerra Fría. Pero, a su vez, desde lo artístico, mostrando como el arte del exilio participa en corrientes como el surrealismo, el antifascismo o el expresionismo abstracto.

Religión y grandeza frente al hambre y la pobreza

Los primeros años de posguerra, la dictadura, dejan un arte que ensalza el pasado imperial de España, intentado establecer conexiones con él. La primera sala, La Victoria, con una colección de retratos del fotógrafo Jalón Ángel, Forjadores del Imperio, acentúa dicha idea. En ellos aparecen el dictador, Franco, y otros militares de la época. En general, la intención es representar lo militar, esa organización y control férreo del régimen, lo que para ellos era triunfo. Visión que se traslada también a la arquitectura del momento, con la Cruz de los Caídos, de Cabrero, del que la exposición muestra uno de los bocetos. La religión es el gran tema de la época, con ángeles y sábanas santas, como en las obras de Gutiérrez Frechina y Vaquero Turcios. Este último con Alba de resurrección, haciendo referencia a lo que, para el régimen, era el nacer de una nueva España.

Esa idea triunfal, de exaltación de una patria que ha sido recuperada, se contrapone al hambre y a las penurias. Para reflejarlo, el Reina Sofía rescata pinturas que no pertenecían al circuito oficial. Son pequeños títulos que enseñan lo cotidiano y devuelven imágenes de la época como el hambre, la pobreza, la tristeza o la mujer cosiendo. Un ejemplo es La Costurera de Solana. En la misma tónica, Aurelio Suárez, visibilizando lo que estaba ocurriendo en las cárceles españolas. Como señala Rosario Peiró, jefa de Colecciones del Museo, Suárez representa “la represión franquista que existe en las cárceles y como todo está organizado en torno a la redención de los rojos, de los malos”. Esta voluntad de acabar con cualquier vestigio de la Segunda República es, de hecho, lo que caracteriza estos primeros años del régimen.

 

Arte en la posguerra española. Reordenación de la Colección Museo Reina Sofía | StyleFeelFree
Vista de sala. Coderch y la nueva imagen de España | Arte en la posguerra española. Capítulo 3 de la reordenación del MNCARS | Foto: Archivo fotográfico del Museo Reina Sofía | StyleFeelFree
 

La arquitectura como vía de apertura

Para la reconstrucción de la patria, ya hacia la década de 1950, la intención fue dejar atrás la arquitectura fascista del inicio. Un ejemplo claro está en Cabrero, que pasa de la mencionada cruz clásica al proyecto para el Monumento a Calvo Sotelo, en 1955. Es decir, recupera una modernidad que tiene que ver con lo que se estaba haciendo fuera. En ese sentido, fue muy importante su encuentro con Max Bill, uno de los grandes artistas abstractos del momento, al que conoció en Suiza. Aún así, hay que tener en cuenta que este cambio nace por una necesidad social, fruto de la llegada del campo a la ciudad. Para ilustrarlo, la muestra presenta varios proyectos de planificación urbana de arquitectos como José Luis Íñiguez de Onzoño o José Antonio Coderch. En contraposición, se encuentra la serie de dibujos El Blat de Guinovart, idealizando al campo frente a la ciudad.

El circuito no oficial como vía de escape

Con cierta carga crítica, destacan aquellas obras que escapaban totalmente de la vía oficial, buscando cualquier resquicio. Los puntos neurálgicos fueron Madrid y Barcelona, ciudades en las que existía una resistencia a esa visión totalizadora del régimen, siempre desde lo más oculto y recóndito. La noche, los bares, las verbenas, los parques de atracciones o las revistas fueron clave para esta suerte de escape. En ellos, sobreviviendo a ese franquismo cruento, recopilaron materiales que bebían directamente de las vanguardias americanas. En el caso de Barcelona, están presentes algunas fotos de Santos Yubero o el Maniquí que Ángel Ferrant hizo para unos grandes almacenes. También Català-Roca, retratando a Dalí en el Parque Güel junto a una arquitectura moderna, anterior al régimen. Todas ellas basadas en lo frívolo, en pasar el rato porque “divertirse era levantarse en contra del régimen”, tal y como comenta Rosario Peiró.

Mayor presencia internacional

A partir de la década de los cuarenta empiezan a surgir grupos en ciudades como Zaragoza, Barcelona, Madrid o Santander. En esta última, se reúnen varios artistas y críticos en torno al Congreso de Arte Abstracto, organizado por Fernández del Álamo. Este Congreso fue fundamental para entender cuál sería el futuro del arte en España y establecer las bases del arte abstracto. Un tipo de arte que el régimen acepta y utiliza para dar una visión de modernidad de cara al exterior. Para ello, fue esencial la ayuda de La Casa de América en España, llevando libros y películas modernas para que los asistentes vieran. Es decir, “llevar a cabo una cierta americanización del arte español”, confirma Peiró. De este momento destaca Delhy Tejero de la que se exhibe por primera vez Composición abstracta.

La última sala de esta primera parte cierra todo lo que es la autarquía. En ella, llama la atención la reproducción del Pabellón de España creado por Coderch para la Trienal de Milán de 1951. Para poder realizarla fue clave la donación del archivo de Coderch al Museo, en 2018. De esta manera, el Reina Sofía ha podido reconstruir de manera fidedigna una parte de este pabellón. En 1951, la intención fue ofrecer una nueva imagen de España, rescatando a figuras como Miró o García Lorca. También quiso hacer gala de lo Mediterráneo y de lo popular, lo que permite conectar este pabellón con el creado por la República en 1937. Estableciendo, por consiguiente, claras conexiones con la presencia española en la Exposición Internacional de París. Dicho de otra manera, rescata ese último momento de visibilidad internacional antes de la Guerra Civil y la posterior dictadura.

 

Arte en la posguerra española. Reordenación de la Colección Museo Reina Sofía | StyleFeelFree
Vista de sala. De frente, Monumento a los españoles muertos por Francia, de Picasso A la derecha, Esperanza, de García Tella, y Auschwitz, de Ceija Stojka | Arte en la posguerra española. Capítulo 3 de la reordenación del MNCARS | Foto: Archivo fotográfico del Museo Reina Sofía | StyleFeelFree
 

El exilio con clave de presente

La segunda parte de la presentación, el exilio, se lee con una mirada presentista. Al organizarla, se ha pensado en la actual crisis migratoria que, para Rosario Peiró, “define la historia de este momento”. En este sentido, el Museo ha querido ofrecer una lectura novedosa. No presenta el exilio relacionándolo con el arte español y con lo que estaba pasando en España, como normalmente se ha hecho. Al contrario, han decidido desligar el exilio de lo que estaba pasando en el país y le han dado importancia, incidiendo en su carácter internacional. Así, empiezan con la huida, precaria y desorganizada, frente a la organización y la militarización vista en el régimen.

Por esta razón, comienzan con los campos que, en voz de la jefa de Colecciones del Museo, “no tienen tiempo, no tienen espacio”. Los campos se convierten en un lugar de tránsito en el que muchos españoles encontraron condiciones precarias, lo que establece analogías con lo que hoy se muestra en las noticias. Picasso, en Monumento a los españoles muertos en Francia, incide en esta idea. Otros autores en la Colección son Farinyes o Antonio Rodríguez Luna, con dibujos que presentan esos campos. Y, de hecho, el retrato de este período es todavía más sangriento, pues muchos españoles conocieron los campos de exterminio nazi. Estos, están recogidos en las obras de Josep Bartolí o José García Tella.

Obsesiones y delirios

La locura es otra de las grandes imágenes junto al mar y mitos literarios como el de Numancia, sobre la resistencia del pueblo. “El exilio carece de tierra, carece de nación, pero la nación vive a través de las diferentes publicaciones de la época”, destaca Rosario Peiró. Los libros, revistas, y la propia lengua española representan esa patria que se ha dejado atrás y que ahora, desde el exilio, se pretende recuperar. Los temas son la muerte, la violencia, la melancolía o la incertidumbre. Pero también las obsesiones, como la figura de la vaca, simbolizando a la ciudad de Guernica. Es el caso de La vaca parturienta de Prieto. Otras obras de este período son de Picasso, pero también de mujeres como Maruja Mallo o Remedios Varo.

Explorando más a fondo la locura y la salud mental, está el trabajo que gira en torno a Torquelles, un psiquiatra español exiliado en Saint-Alban. Esta localidad francesa fue el refugio de artistas como Miró o Julio González, pero también de aquellos que escapaban del nazismo como Tristan Tzara. Julio González, que había presentado su escultura La Monserrat en la ya mencionada Exposición de 1937, la recupera en esta etapa en forma de dibujos. Con varias series de mujeres chillando, derrotadas y que sufren desde el exilio, los propios títulos delatan el horror que el visitante se puede encontrar. Varios ejemplos son Estudios de mujer asustada, Estudios de cabeza o Cabeza de Montserrat gritando.

La España exiliada en Latinoamérica

La arquitectura española moderna se gesta antes en el exilio que en la propia España. De ahí la presencia de Sert o Le Corbusier que, exiliados en Latinoamérica, supieron apreciar la arquitectura moderna. También desde un país latino, México, está Renau, un artista polifacético con una importante producción gráfica. La exposición rescata sus carteles, creados para diferentes campañas políticas en México y en reivindicación del propio exilio. Muchos de estos con eslóganes como España vendida por Franco. ¡Fuera los Yankis! o Unite against regression haciendo un llamamiento a la unión entre los estados americanos en dicho momento. Aunque su papel esencial se encuentra en su trabajo en la revista Futuro, antifascista, que le adentrará en movimientos que acabarán marcando sus trabajos.

Por otro lado, destaca el Taller de Gráfica Popular, uno de los sitios más importantes de la gráfica mundial. Un movimiento de artistas grabadores que se situó alrededor del antifascismo, llegando a producir materiales tan importantes como las Estampas de la revolución Mexicana. La izquierda europea se relaciona con ellos, como el comentado Renau o Max Aub. Otra forma de explorar la relación entre España y América Latina es a través de la identificación del exiliado con el Indio. Esto es, con el pueblo originario latinoamericano, el mismo que en el pasado fue conquistado por España. Para muchos, es una vuelta a los orígenes. Se pueden encontrar fotos de los Hermanos Mayo que en su serie Sirvientas centra la atención sobre mujeres indígenas que trabajan para la clase alta. Otros ejemplos, el cartel de Renau para la película Raíces o libros como los de Max Aub y Granell.

 

Arte en la posguerra española. Reordenación de la Colección Museo Reina Sofía | StyleFeelFree
Vista de sala. De izquierda a derecha. Nº 3, de Esteban Viente; Gris y negro, y Llantos negros, de José Guerrero | Arte en la posguerra española. Capítulo 3 de la reordenación del MNCARS | Foto: Archivo fotográfico del Museo Reina Sofía | StyleFeelFree
 

Más allá del exilio político, búsqueda de nuevos horizontes

José Guerrero y Esteban Vicente están en la Colección representando otro tipo de exilio, que no es el político, es el intelectual. Son dos artistas que por la situación en España se van a Nueva York, otro de los núcleos de acogida. Y, aún así, gracias al exilio español político dan sus primeros pasos. En la sala El otro exilio, se reproduce una exposición en la que ambos participaron, organizada por el exilio español. De hecho, es a partir de esta que Guerrero entra en el expresionismo abstracto norteamericano. Con ello, a pesar de haber diferencias, el Museo pretende enseñar la existencia de nexos entre unos exiliados y otros.

Para finalizar, este tercer episodio cierra con un fragmento de ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú de Kubrick, mostrando el estallido de la bomba atómica. Como explica el director del Reina Sofía, Manuel Borja-Villel, este fragmento enlaza con el primer episodio, Nos ven: De la Modernidad al Desarrollismo. En el contexto de la Guerra Fría, viene a simbolizar el fin del exilio. Para el director del Museo “se empezará a reconocer el régimen de Franco y eso que había sido España empieza a tener un papel secundario”. Haciendo referencia al reconocimiento internacional que, de alguna forma, aleja a España de esa autarquía del principio, aún en dictadura.