Pedro Navarro
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Con un dispositivo cercano al documental observacional, en ‘El teléfono del viento’, Nobuhiro Suwa profundiza en un proceso de luto que entronca con la historia colectiva de Japón

El teléfono del viento | StyleFeelFree
Imagen de la película El teléfono del viento | StyleFeelFree

En uno de los textos que componen Contra la interpretación y otros ensayos, Susan Sontag reflexiona sobre el genocidio judío vinculándolo con el género trágico griego. “Vivimos en una época en que la tragedia no es una forma de arte, sino una forma de historia”, escribe. Una cita que podría emplearse perfectamente para abrir la película El teléfono del viento. En ella, el director Nobuhiro Suwa boceta la historia de Japón a través de las desgracias ocurridas en la isla. Desde la bomba atómica de Hiroshima, hasta el terremoto y el tsunami del año 2011 que desembocó en el accidente nuclear de Fukushima.

Un relato que se articula a través de la historia de una joven que perdió a sus padres y a su hermano en el citado maremoto. La adolescente, nueve años después de la tragedia, decide emprender un viaje de vuelta a casa. Un periplo que la llevará a recorrer Honsu, la isla principal de Japón, de sur a norte. Se trata de una travesía que conecta con la hecha por el propio realizador, que con esta cinta vuelve a rodar, 20 años después, en su país natal. Además, el origen de Suwa es familiar con estas desgracias, ya que el director es oriundo de Hiroshima.

Sin duda, en lo narrativo el cineasta acierta al partir de lo personal e individual para construir un relato de luto colectivo. También atina en el formato empleado, el de una road movie con elementos del coming of age, que le permite recoger vivencias plurales y variadas. Sin embargo, la película peca de un ritmo demasiado lento y de una excesiva reiteración y repetición de información y situaciones. Por otra, en lo formal, Suwa emplea un dispositivo cercano al cine documental más observacional. En la cinta predominan el plano fijo y las secuencias con cámara en mano sin corte. De hecho, muchas de las escenas de la película se construyen únicamente con un tiro de cámara. Una elección que funciona a la perfección para conectar con la evolución emocional de la protagonista, regalando al espectador escenas muy potentes como la elegida para cerrar el filme.
 

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