Pedro Navarro
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Si bien se relaja en lo argumental, ‘Earwig y la bruja’ , de Goro Miyazaki, es un soplo de aire fresco en el universo de Studio Ghibli

Earwig y la bruja | StyleFeelFree
Imagen de la película Earwig y la bruja | StyleFeelFree

Una bruja en moto escapa de un coche amarillo con… ¿dientes? Para protegerse se arranca un rizo de su melena pelirroja y lo usa para lanzar un hechizo a sus perseguidores. Así comienza Earwig y la bruja, la nueva película de Studio Ghibli y el tercer largometraje de Goro Miyazaki. Basado en la novela homónima de Diana Wynne Jones, el relato se centra en las aventuras de una niña huérfana que es adoptada por una bruja.

El estudio japonés, que ya había adaptado una obra de la escritora británica en El castillo ambulante, apuesta en esta ocasión por la innovación formal. Earwig y la bruja es la primera película de Ghibli creada íntegramente mediante animación digital en 3D. Un cambio con el que el propio creador ha reconocido querer alejarse de la alargada sombra de su progenitor. Y es que el director es hijo de Hayao Miyazaki, responsable de las emblemáticas Mi vecino Tototo, El viaje de Chihiro y La princesa Mononoke. Aunque es de celebrar este intento por buscar un estilo propio, visualmente la cinta se queda corta. En este sentido, la animación, que recuerda al stop motion, no es muy prolija y carece de la atención al detalle habitual del estudio.

En lo narrativo, la película parte de una idea atrayente: promete magia, cálidos reencuentros y revelaciones. Sin embargo, en la segunda mitad es incapaz de cumplir con las expectativas y deja varias tramas sin resolver. Por esto, Earwig y la bruja termina sabiendo más a capítulo piloto de serie de televisión que a obra completa. El cliffhanger final, que bien lograría que nos quedásemos para el segundo episodio, hace que nos levantemos de la butaca con una sensación de inconclusión. Tal vez pueda ser este un buen punto de partida para una saga.

En el desarrollo de los personajes ocurre algo similar. De primeras, Earwig se revela como una protagonista muy interesante. Lejos de ser la típica heroína de Ghibli, sincera y llena de buenas intenciones, la niña se presenta como una orgullosa manipuladora. Se trata de un rasgo de personalidad muy prometedor que podría servir para crear un arco narrativo transformador, pero al final no hay evolución. Earwig no aprende, no cambia. Eso sí, el trabajo en los antagonistas es plausible: se presentan como personajes ricos, atrayentes y únicos, especialmente el de Mandrake.

Si bien puede no cautivar al público más adulto, es una película sencilla y entretenida. Quien espere una obra de la dimensión de Chihiro o una propuesta formalmente más innovadora como El cuento de la princesa Kaguya saldrá decepcionado. Aunque el guión flojea en la segunda mitad, la cinta parte de una premisa interesante y presenta un estilo de animación novedoso. Earwig y la bruja presagia la carrera de un director con un punto de vista único y ganas de innovar.
 

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