Óscar M. Freire

Después de rascar algún premio en los Globos de Oro, ‘The Mauritanian’, de Kevin Macdonald, llega a España para denunciar los abusos cometidos tras el trauma del 11 de Septiembre

The Mauritanian | StyleFeelFree
Imagen de la película The Mauritanian | StyleFeelFree

Al igual que The report (Scott Z. Burns, 2019), Kevin Macdonald rememora las consecuencias fatales del 11-S y las represalias de la administración norteamericana. The Mauritanian traslada a la ficción el caso real que Mohamedou Ould Slahi narraba en sus memorias, su encarcelamiento injusto durante catorce años en Guantánamo. Encabezada por un reparto estelar, con Jodie Foster, Benedict Cumberbatch y Tahar Rahim, el relato se estructura de forma triangular. En una arista, la abogada defensora de los derechos humanos que defiende el caso; en la contraria, el fiscal militar que lleva la acusación; y en la cima, el preso torturado injustamente que narra su encarcelamiento. Un equilibrio inestable cuya consolidación escala a la par que su tensión dramática.

La complejidad de la propuesta se halla en ser fiel a la verdad y respetar los hechos ocurridos, o al menos, documentados, manejando a la vez el contexto, la información y la reflexión moral sin perder apenas ni el punto de vista —manifiesto desde su origen a favor de Mohamedou— ni la dimensión humana del relato. En la práctica, la visión personal del encierro se representa con un formato más cerrado, claustrofóbico. Los flashbacks que salpican la trama son difuminados con trasfocos, golpes de luz y contrastes quemados. Tanto la fotografía como el montaje funcionan como elementos traspasados por el filtro personal del acusado. De este modo, el carácter humano se mantiene presente e indiferente ante la lluvia de datos inherente al género judicial reivindicativo.

A pesar de lo dicho, puede que el mayor riesgo de la película no sea su voluminosidad formal, sino su componente ideológico. El dilema ético que supone el terrorismo no es cualquier tontería. Sin entrar en polémicas, el filme se fundamenta en el principio de la justicia como castigo, acusado por las secuencias religiosas. Bien, los criminales deben pagar una pena, ya sea mortal o reclusiva. Pero, ¿cómo determinar quién es culpable si no hay evidencias? Otra vez el conflicto entre el fin y los medios, entre aceptar los procedimientos interrogatorios o el riesgo a liberar a un asesino. Macdonald lo tiene claro, pero aun así, la película crea instantes ambiguos, preguntas y versiones contradictorias para distraer y crear más presión. Carne en el asador.

The Mauritanian es política, militante y aleccionadora, con un mensaje ajeno a la realidad europea pero que cala en las contradicciones ético-legislativas occidentales. Hay momentos perezosos, redundantes, y sus diálogos atienden más a un todo que a un ser. El discurso por encima de sus personajes. Y a pesar de todo, es un producto —otra vez la BBC— que sensibiliza con devoción el drama humanitario. Una película que se preocupa, al final, por hurgar incluso contra la intocable administración de Obama. Por exponer frente al jurado lo que ya se sabía aunque nadie explicase, que frente a las crisis, hay injusticia. Porque como ironizaba Renoir en La regla del juego, “En este mundo —es terrible— todo el mundo tiene sus razones”.
 

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