Óscar M. Freire

Arthur Jones, en ‘Feels good man’, recrea la historia de ‘Pepe the frog’, el cómic que pasó de meme a símbolo neo-nazi trumpista

Feels Good Man | Americana Film Fest | StyleFeelFree
Imagen de la película Feels Good Man | StyleFeelFree

Aunque en España pueda parecer un fenómeno lejano y menor, Pepe the frog es un símbolo de internet muy particular para la sociedad estadounidense. Se trata de una expresiva caricatura de una rana cuyo rostro se hizo, y aún continúa, viral en las redes sociales. Los millones de memes y chistes con su imagen forman parte ya del imaginario colectivo, son un nuevo signo de expresión popular. Bajo el lema primigenio del personaje, Feels good man documenta el nacimiento, desarrollo y pérdida de control de su dibujante, Matt Furie, en su lucha por reivindicar la autoría del cómic, después de que la extrema derecha trumpista se lo apropiase como símbolo.

Partiendo de imágenes de archivo, recursos de internet, entrevistas y espléndidas animaciones se establecen dos líneas narrativas. En primer lugar, la recreación dramática de su génesis. Cómo el simpático e inocente cómic se transformó, ante los naíf ojos de su creador, en el emblema del odio para todo un país. Cómo degeneró hasta ser un referente sexista, racista, homófono y retrógrado. Apoyándose en el testimonio de varios expertos y amigos se pone en escena la toma de conciencia del autor como propietario responsable de su obra. Por lo que, aunque se niegue, hay un juego de víctimas, verdugos y redimidos. Un alegato en favor de ser consecuente con lo que se crea, de mantener al monstruo de Frankenstein bajo control.

Pero, por debajo, hay una segunda lectura más interesante e inexplorada. Gracias al esfuerzo, pretendidamente anónimo, de miles de NEET — similares a los nini— Pepe pasa a ser la proyección identitaria de los haters. La frustración derivada del paro juvenil, la marginación social y el acoso escolar se torna en agresiones virtuales de imagen anfibia. Y lo que es peor, Pepe exterioriza, sin ninguna gracia, la rabia interna del supremacismo blanco. En una frase, “la violencia se convierte en meme”. Y la rana es síntoma de ello.

El director, Arthur Jones, rastrea con devoción en busca del origen, o al menos el desarrollo, de este repugnante fenómeno sociológico. Sin embargo, la cruzada es de tal envergadura, que sobrepasa el documental como sobrepasó a su dibujante, desviándose del análisis psicosocial a la moraleja biográfica. El ritmo, dinámico y consistente, abre tantas vetas que la información cae como un torrente y apenas hay tiempo para detenerse a meditar. Demasiadas luchas, aspectos, matices a tener en consideración. Puede que, procurando captar el frenesí actual de los consumidores de internet, la película aparque en la cuneta sus aspiraciones más filosóficas y apueste todas sus cartas en trazar una, eso sí, divulgativa fotografía de la sociedad americana contemporánea. Era difícil imaginar que detrás de la conocida cara mucosa había tanta historia que contar.