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En ‘Leviatán’, de Andréi Zváguintsev, acecha un formidable retrato social humano de una Rusia empachada de los males que operan en las sociedades contemporáneas

Con cuatro largometrajes en su haber, el ruso Andréi Zviáguintsev ha dejado patente un estilo tan desgarrador y poético que los primeros fotogramas de Leviatán son un libro abierto de su dogma. Imágenes que son como un álbum de fotos familiar que explican el sentido de una vida aferrado a un lugar que se precipita hacia el abismo. Por otra parte, los abismos siempre están presentes en la filmografía rusa de directores como Tarkovski, Sokurov, y desde hace unos años, también de Zváguintsev. Esos abismos románticos y enloquecedores que subsisten magistralmente encuadrados, con un sentido estético sublime y que sólo pueden pervivir en personajes tan herméticos como profundos. Y además en Zváguintsev, especialmente en este Leviatán, también acecha un formidable retrato social humano de una Rusia empachada de los mismos males que también conocemos y que últimamente han servido de gran inspiración para el cine: la corrupción, el abuso de poder y las ansias de combatirlo, aunque eso signifique una inmolación que ni siquiera sea visible como heroicidad, salvo en pantalla. Claro que para eso está el cine, para desenterrar verdades ocultas, y sin embargo, manifiestas, que se intuyen o nos afectan directamente y nos envenenan. Y así, nos redimimos identificándonos con personajes que en Andréi Zviáguintsev resultan reales y desesperanzados, pero hermosos como ángeles caídos.
Hombres que se magnifican en sus derrotas personales, mujeres que no parecen ser capaces de divisar un horizonte más diáfano que el de su destrucción o la ajena, y niños que cargan con el peso de los adultos como si embistieran con un presente contra el que reaccionan como niños que son, imitando a los adultos.
Leviatán, ganadora a mejor guión en el Festival de Cannes, escrito por Andréi con Oleg Neguin, es un filme intenso, por el que se filtra una sinceridad y emotividad bien encauzadas a través de unos personajes poderosos y cautivadores que responden a unos caracteres propios en la filmografía de Zviáguintsev. Con una fotografía muy cuidada y un desasosiego poblado de metáforas, al que nos tiene acostumbrados el ruso, es al mismo tiempo, una invitación al espectador para que participe activamente.
Sin duda, Andréi Zviáguintsev es uno de los grandes cineastas del siglo XXI a la par que Nuri Bilge Ceylan que le arrebató, con mérito, la Palma de Oro en el reciente Cannes. Ambos, cada uno escenificando los entornos que conocen, son partidarios de un cine lleno de intrigas, poético, que incita a reflexionar y a deleitarse en él plácidamente, con tiempo y disposición para apreciar el detalle y la magnificencia de un nuevo existencialismo cinematográfico que se deleita en la imagen. Y que para ello, necesita demorarse. Así logra enlazar todo adecuadamente y componer odas visuales que hablan del ser humano en un mundo advenedizo. Y a pesar de todo, rebosante de belleza.
Título original: Leviatán (Leviathan/Leviatán)
Dirección: Andrey Zvyagintsev
Guión:Oleg Negin y Andrey Zvyagintsev
Reparto: Alexeï Serebriakov, Elena Lyadova, Vladimir Vdovitchenkov, Roman Madianov
Fecha de estreno España: 1 de Enero de 2015