Rosana G. Alonso
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La película del danés Anders Thomas Jensen, ‘Riders of Justice’, que acaba de inaugurar El Festival Internacional de Cine de Róterdam, está llena de sorpresas

Riders of Justice | StyleFeelFree
Imagen de la película Riders of Justice | StyleFeelFree

Aunque arranca con un tono de fábula Riders of Justice, de Anders Thomas Jensen, nos sitúa pronto en medio de lo que parece un drama. Sin embargo, el danés, que ha participado en muchos de los guiones de Susanne Bier, cambia el cariz pasada la primera media hora. Es entonces cuando el tono de thriller de acción combinado con la comedia, nos trae a la memoria la película israelí Big Bad Wolves de Aharon Keshales y Navot Papushado. El humor, que por momentos torna negro, combinado con cierta intriga, es la clave para mantener al espectador en todo momento pendiente de la siguiente escena. En esto, la construcción de unos personajes secundarios que parecen extraídos de la comedia americana más delirante, son claves. Dirigiendo la comitiva, el cautivador Mads Mikkelsen está desbordante en un papel que tiene muchos rasgos de Nicolas Cage en su filmografía de acción.

Mikkelsen interpreta a Markus, un militar que se ve obligado a regresar a su casa tras la repentina muerte de su esposa en lo que parece ser un accidente de tren. Allí le espera su hija adolescente Matilde que busca respuestas a tanto dolor, encontrando en su padre una figura poco dispuesta a abrirse emocionalmente. Hasta aquí, todo parecía estar encaminado a que la cinta tratase de solventar estas brechas paterno-filiales escarbando en lo psicológico. Nada más lejos de la realidad. Acostumbrado a darle varias vueltas a sus ideas, Thomas Jensen escribe un guion bastante enrevesado. Por eso, cuando pensábamos tener una pista que seguir, la desmonta de inmediato. Lidia con masculinidades tóxicas, un humor que pasa de lo absurdo a lo banal, y una retórica que juega a buenos y malos para luego, llevar al traste estas ideas preconcebidas.

Riders of Justice retuerce todas las posibilidades narrativas para acabar haciendo un estudio sobre lo que es verdad y mentira que nos recuerda a The Guilty de Gustav Möller. Al mismo tiempo, lo que parecía ser una trama repleta de estereotipos, finalmente rompe con todas las jerarquías fílmicas de los roles, creando nuestras estructuras. No obstante, no deja de ser un filme que se esfuerza demasiado en ganarse al espectador con trucos fáciles. No es quizás el tipo de película que esperamos encontrar en un festival como el de Róterdam, pero rompe el hielo con una dosis de puro entretenimiento, que abre boca para lo que nos espera.