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En la segunda jornada de la Tiger Competition los protagonistas son los cuerpos agredidos, física o mentalmente, en el medio de una nada devoradora de todo
Están los malestares emocionales que secuestran nuestras mentes para impulsarnos a cambiar los modos, y los malestares físicos, aquellos que generalmente se presentan como una agresión externa. El día 2 del IFFR 2021 queda marcado por la molestia punzante de ambos. Los estados anímicos los aborda Bipolar, de la china Queena Li. La película más sorprendente de la jornada, radiante en su forma de encarar una narración salpicada de alteraciones mágicas, de revelaciones. Vuelve a ser, como vimos en Gritt de Itonje Søimer, otro peregrinaje, otro viaje de una joven que va al encuentro de sí misma. Pero si en el filme de la noruega el tono documental nos persuadía para que fijásemos la mirada en la tierra, aquí el itinerario que marca la protagonista está salpicado de descubrimientos extraordinarios. También para el espectador.
Bipolar es una road movie, un viaje lleno de simbolismos que desnuda un secreto que acaricia el oído. Como un fuego que quema, pero no deja herida. Como una epifanía. Cuando llega el momento, si el alumno está preparado, el maestro aparece. Por el contrario, cuando no hay búsqueda, cuando improvisamos el recorrido, la vida nos devuelve su cara menos amable. Es lo que ocurre en Feast, que trata de elaborar, con una meticulosidad increíble, una teoría del amor, el sexo, el vacío y la violencia intrínseca en la propia vida. La realidad, sobrepasada por sus consecuencias, nos pone sobre aviso. Tim Leyendekker desgrana un asunto turbio que completa muy bien al documental Chemsex de Max Gogarty y William Fairman. Para ello recurre a un entramado complejo que disecciona con bisturí. Interesante proyecto que busca respuestas sin desapegarse de un método escrupuloso que despierta el interés.
La recriminación por los cuerpos agredidos llega con Madalena de Madiano Marchetti. Es una cinta que expresamente denuncia los asesinatos de mujeres trans en un Brasil que está atravesando una ola conservadora desde que Bolsonaro llegara al poder. Comienza con una escena que recuerda a El huevo del dinosaurio de Wang Quan’an. Una mujer trans aparece muerta en un campo de soja. Arrojada al campo como si fuese un despojo. Sin embargo, Marchetti decide no pararse en la tragedia sino en la vida fluyendo, que rinde homenaje a los cuerpos otros, que se escapan de lo normativo. A pesar de las fluctuaciones, se entienden sus decisiones como una película de reivindicación política y social.
Para acabar la jornada esquivando el drama, Friends and Strangers no es que sea un soplo de aire fresco, pero convence. En su fórmula, que explora a la clase media alta australiana, hay verdadero interés por evidenciar los poros de lo social desde cierta cúspide. Es la película que tendría que escribir Whit Stillman si estuviese atravesando un momento de inspiración. O la que esperaríamos incluso de Noah Baumbach. Tiene fuerza en sus diálogos surrealistas que buscan explorar algo incierto, que atrapa muy bien lo anodino de la existencia.