Rosana G. Alonso
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En ‘Sobre lo infinito’, la extraordinaria iconografía de Roy Andersson y su forma de representar a los personajes como si se viesen impedidos a salir de los márgenes del cuadro, están empezando a mostrar síntomas de saturación y agotamiento

Sobre lo infinito | StyleFeelFree
Imagen de Sobre lo infinito | StyleFeelFree

Escuchamos por primera vez en la cinematografía de Roy Andersson una voz en off. Se trata de una voz femenina que lo ve todo, desde una aparente lejanía que convierte a los personajes a los que observa en insignificantes secundarios en el telón de fondo de la vida. Como si tratara de hacer un epílogo de la trilogía viva sobre la raza humana dirigiéndose hacia el apocalipsis que cerró formidablemente con Una paloma se posó sobre una rama a reflexionar sobre la existencia, en Sobre lo infinito, Andersson, recupera no solo los mismos modos que caracterizan su obra, sino sus temáticas. El peso de la existencia, la soledad, la vulnerabilidad, la desesperanza y la amargura de la decepción y el fracaso, abrazados aquí por la compasión de una narradora que no juzga, que observa sobria la tragicomedia de la supervivencia.

Sobre lo infinito vuelve a ser una película inconmensurable que explicita lo banal. Esta banalidad se muestra cuando el sueco, sin ningún pudor, se repite incluso a sí mismo, mostrando al mismo tiempo ideas de las que se apropia, haciéndolas suyas, en sus estáticos lienzos realistas inspirados por la Nueva Objetividad. Hay indicios de En la vía láctea de Kusturica, del tríptico de Las mil y una noches de Gomes; y resuena incluso la voz de Pier Paolo Pasolini en su trilogía de la vida. Pero especialmente tenemos la sensación de asistir a una presentación de proyecto. Más que sketchs que buscan atrapar a la audiencia con una dosis de creatividad, en Sobre lo infinito vemos maquetas repletas de personajes enmarcados y estáticos, frustrados ante la tentativa de salir de su conformismo y angustia.

Desconozco cómo será capaz Andersson, ahora, de salir de su propio marco de referencia o cómo podrá revitalizarlo manteniendo su característico estilo. Su extraordinaria iconografía y su forma de representar a los personajes como si se viesen impedidos a salir de los márgenes del cuadro, están empezando a mostrar síntomas de saturación y agotamiento. Hemos visto muchas veces como a realizadores que tienen un estilo tan definido e icónico les cuesta mantener la frescura durante mucho tiempo, aportando nuevas razones para seguir eclipsando a la audiencia. Esperemos que Sobre lo infinito sea solo una película de cierre, con la que concluye una etapa para embarcarse en otra con el mismo ímpetu de innovar lo cinematográfico, como ha hecho hasta ahora. No obstante, no deja de ser un descarnado paño repleto de agujeros a través de los cuales contemplar lo meramente humano. La vida mostrándose. Tan sublime, como paradójica, como trivial.
 

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