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Valoración de la sección oficial de largometrajes presentados en la edición XII de DocumentaMadrid 2015 tras conocer el fallo del jurado y el criterio del público asistente
El DocumentaMadrid 2015 cierra su XII edición dejando el listón alto en la categoría de largometrajes presentados en la sección oficial. De los 13 largometrajes a concurso todos han cumplido como mínimo con lo que se espera de una película de no-ficción, que nos muestre algo significativo del mundo en el que vivimos. Si además estos documentales nos presentan una realidad difícilmente accesible relatada desde una perspectiva cercana que cuida la composición y los detalles con el mismo esmero que una película de ficción bien perfilada, la fórmula es infalible y se confirma ese dicho que dice que la realidad siempre supera la ficción. Teniendo esto en cuenta, la relación de premiados que conocimos el pasado viernes, acabó resultando una grata sorpresa. Especialmente por Tell spring not to come this year (1er premio del jurado dotado con 10.000 €) de Saeed Taji Farouki y Michael McEvoy por «su humanidad y coraje para mostrar, desde dentro, el irresuelto conflicto afgano» en palabras del jurado y Something better to come (2º premio del jurado dotado con 5000€) de Hanna Polak por «el compromiso de la realizadora con los protagonistas y la capacidad del ser humano para sobrevivir» según apostilló el jurado compuesto por Paulo Roberto de Carvalho (Brasil), Marlene Dermer (Perú/EEUU) y Tomás Cimadevilla (España). A lo que añadiría para referirme a ambas, la capacidad de involucrar al espectador en relatos planteados desde un punto de vista lúcido, sincero y personal. Narraciones estas ideadas desde una composición diáfana capaz de encajar cada pieza con la precisión de una obra de creación pensada no sólo para informar o denunciar sino también desde un sentido de lo poético que no maquilla los hechos.
Sólo quedaba otro premio con dotación económica de 3000€, el del público. Este fue a parar a The look of silence (La mirada del silencio) de Joshua Oppenheimer que ya se había llevado hace dos años el primer premio del jurado con The Act of Killing que incidía en el mismo tema, el brutal genocidio indonesio contado desde una perspectiva tan lúcida como perversa a través de los asesinos de las víctimas. También muy merecedora de un premio ratificado por una sala a reventar que confirmaba la expectación e interés mediático por ver como Oppenheimer había cocinado la secuela de su anterior trabajo.
Además de estos premios el jurado valoró positivamente a Flotel Europa de Vladimir Tomic con un premio especial y a Cartel Land de Matthew Heineman con una mención especial. Emotiva y bien contada, Flotel Europa nos traslada, desde la intimidad de un diario, al Copenhague de principios de los noventa, para contarnos desde una voz propia, la experiencia allí de un grupo de refugiados que huían de la guerra de Bosnia. Al respecto el jurado reconoció «la habilidad para crear una historia universal a partir de una vivencia personal». En cuanto a Cartel Land el jurado apreció «el coraje para mostrar en profundidad el conflicto de los cárteles de la droga y la complejidad del problema». En esta última se presenta la mirada desgarradora de los levantamientos en México contra los cárteles de la droga a través de una doble perspectiva, la del carismático doctor José Mireles fundador de los «Autodefensas» en el estado de Michoacán y la de un veterano estadounidense que dirige un grupo paramilitar cuyo objetivo es detener las guerras de la droga de México. Un tema complejo, de gran interés, pero planteado desde una perspectiva compuesta que no permite contemplar el documental con una visión certera ya que desencadena algunos interrogantes por no ser capaz de centrarse en un aspecto y narrarlo desde esa lucidez necesaria en el género documental. Aun así, tanto Cartel Land como Flotel Europa son merecedoras de estos reconocimientos que también hubiesen merecido por razones muy distintas Censored Voices, Drifter y The yes men are revolting. Claro que por ejemplo Drifter se escapa de lo que se espera de un documental planteado desde el riesgo que conlleva una historia que se adentra en el cráter del volcán. Desde esta perspectiva lo entiendo. Pero no por ello se deben dejar pasar por alto historias en las que valoraría la frescura del tema y la perspectiva de contar una historia como si fuese una película de ficción con la participación y el enfoque de lo real. Para lo cual hay que tener el ojo para saber qué, quién, cómo y por qué, sin tener que recurrir a temas de gran alcance sino adentrándose en ese cotidiano en el que entrevemos de fondo otras realidades y trabas latentes en la sociedad actual. En este aspecto echo de menos una mención para Drifter sin desmerecer como ya anunciaba a The yes men are revolting por su compromiso y capacidad de hacernos reír en la implicación de causas justas que nos atañen a todos o Censored voices por contar la otra cara de la guerra de los seis días obviando lo propagandístico pero tomándolo como punto de partida precisamente para ofrecernos el revés desde lo humano, desde esas voces silenciadas de los que participaron en la guerra sin estar convencidos de que luchaban por algo justo.