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‘Atomic-Circus’, la exposición que el Museo Reina Sofía dedica a la artista Patricia Gadea, es un recorrido que refleja los efervescentes años ochenta en Madrid
La obra de Patricia Gadea (Madrid, 1960 – Palencia, 2006) que ahora puede verse en el Museo Reina Sofía en forma de exposición retrospectiva bajo el título Atomic-Circus, es todo menos políticamente correcta. Alrededor de 120 obras dinamiteras y coloristas que sólo podían responder a una época determinante en su vida, la que marcó sus inicios en el arte, los 80 madrileños. Irreverente y grotesca en algunos casos. Sincera y mordaz. Pero también inocente. Sus determinantes trazos sobre trazos, se entienden ahora observando ese entusiasmo propio de los ochenta donde comenzó a crear convencida de que todo era posible.
Pero bajo esas apariencias familiares que habitan en sus obras, tras estéticas propias del cómic, del collage, del mural o incluso el graffiti donde vemos príncipes azules que sueñan con fetiches curvilíneos, mujeres estereotipadas que pueden ser diosas, esposas, rameras o esclavas según el ojo que mire, héroes y personajes que se relacionan, se divierten y salvan un macro-mundo a escala de la artista, también tuvo la valentía para desenmascarar una realidad oculta bajo toneladas de euforia que se diluía con poco que mezclaras. Y Patricia, como queriendo trascender esa euforia que ella misma experimentó, tuvo la osadía de atreverse a entrar en circos propios y ajenos para descubrir que los payasos no hacían reír sino que resultaban grotescos y lamentables. Payasos burlones que la acompañarían el resto de su vida y que representaban metafóricamente el poder de toda índole, como el sexual, el político y otros ocultos, que no se ven pero que dejan rastro en el cuerpo y el alma. Un recorrido este que representa también su viaje vital, desde Madrid pasando por Nueva York y terminando en Palencia. Murió demasiado joven para ver esta extraordinaria exposición en el Reina Sofía. Una lástima.